miércoles, 21 de agosto de 2019

Negacionismo histórico en Colombia




*Fragmento de la editorial de la Revista CEPA No. 28 de 2019

El negacionismo histórico en Colombia es de vieja data, compatible siempre con la desigualdad estructural y la injusticia que permea a nuestra sociedad, y en el cual han sido partícipes directos las jerarquías católicas, miembros del partido conservador y militares. Así lo demuestra lo acontecido durante la Masacre de las Bananeras (1928), perpetrada por el Ejército colombiano , cuando el comandante de ese operativo criminal, el General Carlos Cortés Vargas, la negó aduciendo que solamente habían muerto nueve personas, uno por cada punto del pliego de peticiones que habían presentado los trabajadores.

Los voceros de diversos sectores de las clases dominantes (agrupados políticamente en torno al Centro Democrático) han sentado las bases de un nuevo revisionismo histórico sobre importantes luchas de las clases subalternas o acciones que las afectan. Al respecto, la Senadora María Fernanda Cabal, ligada al gremio de los ganaderos, ha dicho que la masacre de las bananeras fue un invento de Gabriel García Márquez, que nunca aconteció. Esa misma senadora ha agregado que los asesinatos de Estado durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez (conocidos con el eufemismo de “falsos positivos”) estaban justificados porque los ejecutados eran unos delincuentes, que en el Palacio de Justicia no hubo desapariciones forzosas porque “ya están apareciendo” y, por supuesto, que en Colombia no ha habido conflicto armado, sino una amenaza terrorista…

Ahora el negacionismo histórico tiene nuevos bríos, más evidentes si se tiene en cuenta que desde hace algunos años se venía hablando de manera recurrente de la paz, haciendo alusión a la desmovilización de la guerrilla de las FARC. En el contexto de aparente fin del conflicto armado con una de las partes, se generó la ingenua suposición de que ahora si iba a brillar la luz de la historia y se esclarecería la responsabilidad criminal del bloque de poder contrainsurgente (formado por el Estado y las clases dominantes) en la guerra que nos asola desde hace más de medio siglo.

Esa vana ilusión pronto se ha esfumado, tanto en lo referente a la interpretación histórica como al incumplimiento descarado de los mal llamados “acuerdos de paz”, por parte del Estado colombiano y las clases dominantes, que han hecho trizas los acuerdos de La Habana y del Teatro Colón.


Este negacionismo histórico criollo enfatiza como idea cardinal que en Colombia no ha existido conflicto armado. En esa dirección, los intelectuales y periodistas orgánicos de la extrema derecha nos aseguran que el democrático Estado colombiano ha estado asediado por terroristas y, en legítima defensa, ese Estado y las clases dominantes se vieron obligadas a  organizar  grupos de matones para defenderse y proteger la sagrada propiedad privada. Con este presupuesto se bendice al paramilitarismo, al que se presenta de manera benigna como una respuesta adecuada a la existencia de la guerrilla, sin que se relacione con decisiones políticas del Estado y las clases dominantes. En el mejor de los casos, si existieran responsables por parte del Estado son simples casos aislados (unas cuantas manzanas podridas), pero no responden a ninguna estrategia estructural de fomentar el terrorismo de Estado.

Con este negacionismo se pretende que la sociedad colombiana nunca pueda conocer la responsabilidad directa del Estado, de las fuerzas armadas y de los “hombres de bien” del país, en los crímenes perpetrados en los últimos 70 años y no  se sepan los nombres de los organizadores de genocidios políticos, como los de la Unión Patriótica, y de las numerosas masacres cometidas por paramilitares a lo largo y ancho del país.

De la misma forma, se difunde la mentira que Colombia es una sociedad justa e igualitaria, que ha soportado el bandidaje de enemigos del orden y la propiedad, sin que hayan razones que expliquen la existencia de la insurgencia armada y de la protesta social.  Entre los enemigos de ese “orden democrático” se incluye a los que son denominados como terroristas o sus cómplices, entre los cuales se señala a dirigentes políticos de izquierda, profesores, estudiantes, sindicalistas, campesinos, mujeres pobres y a todo aquel que sea visto como un potencial peligro para el capitalismo colombiano. Lo peor es que no sólo se les señala con el dedo acusador, sino que se les está matando a cuentagotas de sangre.
La estrategia negacionista en Colombia recurre a diferentes instrumentos, con el fin explícito de instaurar la amnesia colectiva y obligatoria, algo esencial para el régimen Uribe-Duque en su ambición de permanecer en el poder por mucho tiempo, y en limpiar su trayectoria criminal. Por eso, han copado, con sus fichas de extrema derecha y negacionistas abiertos del conflicto armado al Centro de Memoria Histórica, institución que tampoco ha sido tan independiente y crítica    como ahora pretenden algunos de sus defensores, puesto que parte de la premisa de que todos los actores armados son responsables de la violencia (eso sí, menos el Estado) que en Colombia nunca ha habido terrorismo de Estado y que no hubo genocidio de la UP, entre algunas de sus posturas “finamente” negacionistas.


No resulta extraña la ofensiva de tipo educativo de tinte negacionista con la publicación de textos escolares, uno de ellos de Editorial Santillana, dirigido a niños de quinto de primaria, en el que se hace una apología de la “Seguridad Democrática”, sin que se mencionen los diez mil crímenes de Estado (mal llamados “falsos positivos”) que se realizaron durante este período de la historia colombiana.

Los voceros del Centro Democrático han ido más lejos aún en su labor negacionista al pretender crear leyes que prohíban la enseñanza crítica y la formación política, con argumentos similares a los de Jair Bolsonaro en Brasil. Se quiere, simplemente, que las nuevas generaciones de colombianos no puedan conocer la magnitud del Terrorismo de Estado en Colombia y terminen defendiendo a los terratenientes y los grupos económicos (los “cacaos”) que han ensangrentado este país.     















*Editorial Revista CEPA (Centro Estratégico de Pensamiento Alternativo) No. 28 – “Derechización y Negacionismo Histórico”.

viernes, 31 de mayo de 2019

EL GRAN HERMANO TE VIGILA




LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA
(George Orwell – 1984)




Por: Carlos Mario Marín Ossa

Los eventos acaecidos durante los meses de “gobierno” del señor Iván Duque, relacionados con la prensa y los periodistas que no convergen con la ideología y los intereses del partido de gobierno, nos traen al recuerdo la novela distópica 1984, del escritor británico (nacido en la India) George Orwell.

Un régimen totalitario somete a la población a la dictadura de la “verdad” que emana desde el designio del Gran Hermano, figura omnipresente que encarna  los intereses del Partido, y que se construye y canaliza a través del Ministerio de la Verdad. Allí, se construye la verdad cada día, de acuerdo a cómo evolucionan los acontecimientos y estos se alinean o no con los intereses del Partido, que es a su vez la reunión de los factores reales de poder de Oceanía (1), es decir, de los ricos de dicho país. Quien se atreve a cuestionar la “verdad” que se arma en cada jornada, es detectado por los ojos del Gran Hermano y su red de patriotas cooperantes; y es sometido a la persecución, al destierro, al lavado de cerebro o la muerte.

La realidad que vivimos las personas en estos tiempos de post modernidad, es altamente mediatizada, y su representación nos la presentan los medios masivos de comunicación. Y en el mundo capitalista, los medios de comunicación son en su mayoría propiedad del poder económico y político. Por lo tanto, la realidad que dichos medios y sus periodistas nos muestran, es aquella que a los dueños de los mismos les interesa que veamos; es la agenda pública que ellos quieren que pensemos y discutamos, mientras esos ricos se dedican a explotar a las masas humanas para enriquecerse más.

El partido de gobierno en Colombia hace parte de un sector de los ricos que han acaparado la tierra a través de diversos métodos de despojo, que tienen intereses en la explotación de la riqueza del suelo por medio del extractivismo, método primario de la economía que no implica desarrollo común ni generación de valor agregado para la sociedad, y por lo tanto, no genera desarrollo de las fuerzas productivas, con lo que la sociedad permanece en un estado de subdesarrollo que amplía cada vez más las brechas de la desigualdad social. Los acompañan en su cruzada, los ricos del poder financiero, industrial y comercial. Todos ellos en ministerios y embajadas. He aquí las razones de los ataques incesantes al proceso de paz, al conocimiento de la verdad del conflicto social y armado, a la Justicia Especial para la Paz, al resarcimiento de las víctimas, al asesinato genocida de los reclamantes de tierras.

En el epígrafe se lee LA GUERRA ES LA PAZ LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD LA IGNORANCIA ES LA FUERZA, conceptos tergiversados y anclados en el inconsciente colectivo de las gentes de Oceanía, con el fin de redefinir la realidad y la historia a través del accionar del Ministerio de la Verdad. Es el mismo método que utilizan Duque, sus socios y socias del partido de gobierno, redefiniendo la narrativa histórica del país. Los desplazados son ahora migrantes, los despojadores son tenedores de buena fe, los criminales de cuello blanco son buenos muchachos, los que defienden los derechos populares son terroristas vestidos de civil, la imposición de la élite en el Plan Nacional de “Desarrollo” es un pacto por Colombia. El anclaje, lo hacen los medios de comunicación de los ricos, que presentan el interés privado como si fuera público (Jürgen Habermas).

Al someter a la población a un torrente incesante de noticias sin profundidad, los medios contribuyen a que las personas se sientan informadas, pero sin comprender lo que les llega ni a qué intereses responde dicha información. Es de nuevo la instalación de la agenda pública que responde a intereses privados. Son formas de violencia organizada y de coerción masiva (M. de Moragas).

No en vano, Orwell nos describe en su novela como el Ministerio de la Verdad es un edificio de forma piramidal, pues este responde a la organización de la sociedad en donde el lumpen desprotegido se encuentra en la base y el Benefactor, el Gran Hermano, se encuentra en la cima. Desde las alturas todopoderosas y perfectas de esta distribución se irradia la “verdad” y se designa lo que es correcto y lo que no. Es la composición del fascismo, es la cualidad del gobierno colombiano y de sus socios.


Los periodistas e intelectuales colombianos como Diana Uribe, Santiago Rivas, Daniel Coronell, María Jimena Duzán y el equipo de Noticias Uno, han sido sometidos a inclemente persecución por parte del Gran Hermano colombiano y su Partido. Revista Semana se alineó con dicha persecución, pues sus propietarios son parte de la élite que comparte intereses (2). Ya había ocurrido en 1977, cuando los dueños del periódico El Tiempo despidieron al periodista Lucas Caballero Calderón –KLIM, cuando este publicó una columna en la que cuestionaba al entonces presidente Alfonso López Michelsen por una decisión de gobierno que favorecía sus intereses en una finca de su propiedad. Los entonces dueños del periódico El Tiempo eran los abuelos del actual director de la Revista Semana, y el presidente López, padre de Felipe, quien fue el que notificó a Daniel Coronell sobre la cancelación de su columna en la revista. 

Pero como durante toda la historia de la humanidad, al totalitarismo se le oponen las sociedades organizadas que buscan los derechos y la libertad.

Si el poder responde al ánimo de lucro, a la concentración de la riqueza, entonces, al poder se le toca en los bolsillos.

@MarioossaM

(1)     Oceanía, es el país imaginario en donde se desarrolla la novela 1984.
(2)     Ardila Lulle es dueño de: Canal RCN, WIN, LA FM, RCN Radio. 
        Sarmiento Angulo de: El Tiempo, City TV, Portafolio. 
       Santo Domingo de: Caracol, El Espectador, Blu Radio. 
       Jaime Gilinski de: Semana y Dinero.

miércoles, 17 de abril de 2019

El recorte a los derechos sociales, específicamente en el caso de salud y pensión: Análisis del Plan Nacional de Desarrollo ““Pacto por Colombia, pacto por la equidad 2018-2022”.


Por: Unidad de Trabajo Legislativo del Senador Alberto Castilla Salazar


Imagen publicada con autorización de la CUT Subdirectiva Risaralda

El articulado del Plan Nacional de Desarrollo no contempla grandes acciones en materia de salud pública, atención médica ni prestación de servicios. Mucho menos contempla medidas que cambien el sistema de salud eliminando la intermediación de las EPS ni el fortalecimiento de la red pública; por el contrario, el articulado se concentra básicamente en aspectos financieros, de rectoría y fortalecimiento del actual sistema de salud, pese a que luego de 25 años de implementación es claro que no funciona. No incluye avances significativos en cuanto al cumplimiento de la Ley Estatutaria de Salud 1751, ni la Sentencia T-760, que ordenan la garantía del derecho a la salud; por el contrario, parece persistir la fragmentación entre planes de salud (subsidiado, contributivo, prepagado, complementario etc), motivo de una gran inequidad en el goce efectivo del derecho a la salud en Colombia.

De lo anterior puede deducirse la continuidad y profundización del modelo actual, ante el que se proponen correctivos como el fortalecimiento de las funciones de Inspección, Vigilancia y Control (IVC) y de flujo de recursos, como si estos fueran los únicos problemas que acusa el sistema. Se dejan de lado, por ejemplo, las barreras de acceso a los servicios de salud, e incluso se mantiene un enfoque que refuerza el concepto de salud como atención, desconociendo los aportes científicos como el de la OMS, que identifica unos determinantes sociales que causan la enfermedad (económicos, poblacionales, culturales, políticos).

La salud pública sigue siendo la gran afectada por la determinación política. En esta medida, poco se corrige del modelo de salud vigente, costoso y menos eficiente en términos de resultados e impactos en salud de lo que podría ser la Atención Primaria en Salud. El reiterado énfasis en medicalización y uso de tecnologías provee a la pirámide invertida del alto costo del sistema de salud. Es por eso que la discusión debería enfocarse más en el modelo, que además desconoce las particularidades territoriales, lo que resulta en la implantación indiscriminada de un modelo centralizado que perpetúa la desigualdad e inequidad regional. Dentro del documento presentado por el gobierno nacional no existen alusiones a las condiciones de las y los trabajadores del sector. Sin embargo, la alta rotación y la inestabilidad laboral de los trabajadores repercute de manera directa en el goce efectivo del derecho a la salud. No se trata de un servicio como cualquier otro, ni tampoco de un ámbito laboral similar al de otros sectores, sino que varias de las profesiones asociadas a este sector están catalogadas como de alto riesgo. Las tasas de retorno de la inversión entre lo que gasta un profesional en formarse y los salarios percibidos es baja en promedio.

Ahora bien, al detenernos en el articulado es preocupante el artículo 129, que establece una nueva distribución de recursos del Sistema General de Participaciones, destinando el 90% al componente de aseguramiento, y tan sólo el 10% a la salud pública y subsidios a la oferta. En el Parágrafo 2 se señala que los recursos destinados a salud pública que no se comprometan al cierre de cada vigencia fiscal, se girarán a la Administradora de Recursos del Sistema de Seguridad Social en Salud –ADRES- para el pago de la Unidad de Pago por Capitación (UPC) del Régimen Subsidiado. Contrario a lo escrito en el PND, los médicos y trabajadores del sector salud han propuesto “aumentar los recursos destinados a la salud pública, fortalecer la financiación de instrumentos valiosos como los Planes de Intervenciones Colectivas (PIC´s), y ampliar la capacidad de las entidades territoriales para la implementación de programas de prevención y promoción, acorde con los propósitos de la descentralización y la autonomía territorial”5.

Imagen publicada con autorización de la CUT Subdirectiva Risaralda

Otro de los artículos problemáticos es el 55º, que se refiere a las “competencias de inspección, vigilancia y control de la superintendencia nacional de salud, respecto de la composición accionaria o participación societaria de las EPS”, cabe destacar que en el año 2018 se discutió y aprobó la Ley 1949, que fortalece la capacidad institucional de la SuperSalud en materia de sanciones, competencias y herramientas. Sin embargo, durante las discusiones se apuntó la necesidad de una profunda reestructuración institucional de esta entidad. Primero, porque según informe presentado por la entidad, los recursos resultan insuficientes; segundo, es necesario controlar el fenómeno de corrupción que se ha dado en la misma; y tercero, la Superintendencia de Salud es la única Superintendencia que depende de un Ministerio y no directamente de Presidencia, tal como las demás entidades de ese orden. Además, ha acusado una incompetencia en el control de prácticas monopólicas indebidas, integración vertical, desvío de recursos, entre otros, como fue el caso de Saludcoop. Las acciones correctivas, en el caso de los recursos dilapidados en el pasado por los diversos agentes del sistema, parecen no estar dentro de las prioridades del gobierno de Duque.

El artículo 56° habla del programa de saneamiento fiscal y financiero, enfatizando en la lógica de eficiencia en el gasto, lo cual puede tener repercuciones especialmente para los hospitales de la red pública donde aumentarían las restricciones para la atención en salud y se abriría la puerta a que desmejore el funcionamiento. Los parámetros de competencia de estas entidades deben ser modificados, ya que hay que tener en cuenta que son los hospitales de este tipo quienes reciben la mayor cantidad de población vulnerable, la carga de enfermedad más alta, los perfiles epidemiológicos más severos, son los que atienden en los territorios rurales y rurales dispersos. La medida debe ser, como se enuncia en el primer párrafo, verdaderamente integral; el plan de saneamiento, necesario por demás, debe incluir un plan de soporte financiero y técnico para que las ESE cumplan su misión.

De conformidad con el artículo 127 que habla de las funciones del Estado en materia de Salud, se continúa delegando la prestación de los servicios de salud a terceros privados. En los casos donde terceros privados no encuentran incentivos para operar, como en las zonas rurales y rurales dispersas, es necesario que el Estado asuma la responsabilidad en la garantía del derecho a la salud. La Política Integral de Atención en Salud (PAIS) con el modelo MIAS y las rutas RIAS, ha mostrado deficiencias por la falta de arraigo de EPS e IPS, ya que no constituyen mercados atractivos. Este fue el caso del Hospital San Francisco de Asís en Quibdó que, habiendo pasado por varias manos privadas, finalmente tuvo que ser salvado por un paro cívico organizado por la comunidad. El caso del Guainía fue aún más preocupante, ya que se montó un operador privado y desde entonces, se han cerrado 30 centros de salud, lo que ha implicado que los usuarios tengan que desplazarse entre 14 a 16 horas para recibir atención. La centralización del manejo de los recursos por parte del ADRES es una medida pertinente, sin embargo, se propone que la vigilancia de este proceso por parte del Estado sea hecha con rigor desde el principio, por lo que se hace necesario conocer el plan de contingencia para el manejo de los recursos durante el 2019 hasta que estos pasen a la ADRES.

Por su parte, el artículo 131 versa sobre la contratación del subsidio a la oferta en modo de cofinanciación. Vemos con preocupación la contratación de terceros con aumento de incentivos en zonas rurales y rurales dispersas, por las razones ya mencionadas. En cuanto a las participaciones territoriales, se debe revisar la posibilidad de volver a la fórmula propuesta en la Constitución de 1991, donde las transferencias territoriales debían alcanzar el 40% del PGN, ya que han venido disminuyendo a pesar de que las competencias continúan vigentes. Adicionalmente, al hacer que el sistema a nivel territorial dependa de recursos propios incentiva la desigualdad, por el inmenso desequilibrio que existe entre regiones en el país. Con el recorte de transferencias y la dependencia en los recursos propios, se aumenta la inequidad regional, justo donde el Estado debería hacer un mayor esfuerzo de inversión.

Finalmente, vale la pena mencionar el punto 43.2.11, que hace referencia a la población migrante. Al respecto, se estima que desde el 2014 han ingresado a Colombia 1.050.000, venezolanos y venezolanas. Esta migración ha hecho aún más crónica la carga de la atención en salud, especialmente en los departamentos de frontera, donde coinciden fenómenos de pobreza e inequidad. Como lo señala el INS, la migración también ha traído consigo cargas epidemiológicas difíciles de atender. No se puede dejar en manos de entes territoriales debilitados la problemática que genera el fenómeno migratorio, se necesita el diseño e implementación de una política en la materia, con un decidido apoyo desde el Gobierno Central.
Imagen publicada con autorización de la CUT Risaralda


Respecto al tema pensional, compartimos algunas de nuestras preocupaciones generales, ya que consideramos que existe, de fondo, una reforma pensional que se integra al Plan Nacional de Desarrollo, que se irá dilucidando con elementos y/o a portes nuevos desde los sectores, la academia y analistas políticos.

Lo primero que debemos reconocer es que la naturaleza de los Fondos Privados de Pensiones, que no pretenden pensionar a los y las trabajadoras sino administrar los recursos de sus aportes ganando rentabilidades ciertas, estables y seguras. En ese sentido, son un negocio a través del cual 3 de cada 10 ahorradores recibirán su pensión, mientras que a los demás les serán devueltos sus ahorros.

En efecto, el negocio de los fondos es administrar los ahorros pensionales y rentar de las inversiones que se realizan y que no necesariamente se trasladan al trabajador; se centralizan las ganancias y se socializan las pérdidas. Los costos administrativos, por ejemplo, corresponden al 10% de lo ahorrado - hoy día unos 2,4 billones de pesos -, sin incurrir en riesgo alguno mientras por el contrario los ahorradores (a través de los negocios que definen las administradoras de los Fondos) están expuestos a la especulación financiera, así no paguen sus aportes al día, puesto que pagan los costos administrativos que son descontados mes a mes.

Ante esta situación el gobierno nacional ha concebido una estrategia basada en la precarización de la población en edad de pensionarse. Con el artículo 117 se instala un nuevo régimen en el que los dineros de los y las trabajadoras, que no logran el ahorro individual suficiente para pensionarse, pueden trasladarse a un mecanismo alternativo llamado BEPS, que consiste en que el Estado agrega al total de lo ahorrado un 20% de su valor, y lo difiriere en cuotas bimensuales, hasta donde alcance, a partir del cumplimiento de la edad de pensión. Este mecanismo no es vitalicio, es decir que se agota, y puede ser un ingreso tan mínimo que ha sido calculado en 80 mil pesos cada dos meses.

Los BEPS o Beneficios Económicos Periódicos no son una pensión sino un esquema utilizado por el gobierno para aumentar las cifras de cobertura en pensiones, creando un modelo de ahorro voluntario de los más pobres, los cuales se sumarían a los ahorros de los trabajadores que no alcanzan la pensión. A este esquema, administrado por el Fondo Público, se sumarían los recursos del programa adulto mayor, lo que en todo caso no alcanza para garantizar la pensión a casi 3 millones de personas que hoy tienen más de 65 años y no cuentan con ingreso alguno. Este es un mecanismo sustitutivo del derecho a la pensión, que ha sido planteado por la Ministra de Trabajo como un alternativa mínima, frente a la realidad incontrovertible de que, como consecuencia del abandono y la falta de políticas de estímulo al sector productivo y al trabajo decente, tácitamente se está renunciando al mandato constitucional de garantizar a través de la pensión, un ingreso suficiente y vitalicio.

Al verse abocados a esta situación, miles de colombianos han decidido trasladar sus aportes de los Fondos privados a Colpensiones, es así que a la fecha y desde 2012 se han trasladado 810.263 personas. “De acuerdo con reportes de Colpensiones, el año pasado 717 personas, de las más de 11.550 que interpusieron demanda con este fin, tuvieron un fallo favorable”, es decir que además de las solicitudes, los casos de solicitud por la vía de la demanda judicial se han incrementado. Ante esta realidad el artículo 59 de PND propone limitar lo que denominan conductas “irregulares”, donde se incluyen los traslados, siendo la administradora del fondo de pensiones juez y parte en la decisión, sin que se deba pasar por proceso judicial alguno, y sin garantías. Es perverso sobre todo si se tiene en cuenta que ya la ley ha reglamentado el procedimiento que se debe surtir en caso de irregularidades. La lógica es la misma, a mayores traslados menos administración de ahorros por parte de las administradoras de los Fondos y menos capacidad de fondeo de Colpensiones. Recuérdese que el principal objetivo de la reforma del sector financiero es el marchitamiento de Colpensiones, es decir su desaparición progresiva, a lo que contribuye este artículo.

La informalidad laboral es, sin lugar a duda, el principal factor que limita la ampliación de coberturas y la garantía del acceso al sistema de aseguramiento en sus componentes de salud, pensiones y riesgos laborales. Aunque el PND establece la ampliación de la cobertura en seguridad social como meta, lo hace por la vía de la formalización de la precariedad laboral y no del estímulo al sector productivo. Se tienen datos de que los trabajadores por cuenta propia ascienden en Colombia a 9,8 millones de personas, a quienes se propone el mal llamado piso de protección social, contenido en el artículo 113 del PND.

El piso de protección social responde también a la propuesta de reforma pensional de Asofondos, para quienes Colpensiones quedaría administrando un pilar o componente dentro del sistema, donde se administrarían los fondos y programa BEPS y Adulto Mayor. Lo que no dice el plan es que sumados estos dos programas no se alcanza a llevar el ingreso BEPS, ni siquiera a la línea de miseria, costeada en 114 mil pesos para Colombia. Si esto es así, este pilar quedaría conformado por el grueso de la población: por un lado, el 70% de los trabajadores con devolución de saldos en los Fondos Privados, y por otro, por los trabajadores por cuenta propia, que derivan sus ingresos de actividades informales. Una gruesa base asistencial, sin referentes de exigibilidad del derecho que tienen a pensionarse.

La propuesta del gobierno nacional podría resumirse entonces en un piso de protección para establecer un mecanismo de cotización de aportes a los más pobres: al BEPS en el caso de riesgo de vejez, al régimen subsidiado en el caso de enfermedad y un micro seguro de posibles accidentes y riesgos comunes.

Finalmente, es necesario señalar que los artículos 57 y 183 representan un peligro para los intereses de los colombianos, ya que fundamentalmente contribuyen a que, de realizarse
cambios en el régimen general de pensiones, éstas modificaciones se realicen en la sombra, sin pasar por el juicio de la discusión pública y de cara al país.

Éstos artículos, cuyo propósito es otorgar competencias excesivas al Gobierno nacional para modificar el Estatuto Orgánico Financiero, permitirían inclusive modificar las competencias de Colpensiones, los planes de pensiones y, en dado caso, salvaguardar los intereses de los fondos privados frente a posibles crisis financieras bajo el argumento de que salvarlos es proteger los intereses de los ahorradores, lo cual obedece a una visión actual del estado colombiano que desconoce que el mundo ya decidió fortalecer los sistemas de protección solidarios, ante las crisis que genera la administración privada de lo que es común. Otra de las nefastas consecuencias que podría traernos el PND es que deje de existir un mecanismo claro para el control social y político de los Fondos privados, lo cual sería consecuencia de modificaciones que pretenden retirar facultades al congreso para reformar el Estatuto orgánico del Sistema financiero y cambiar el marco jurídico de Colpensiones para su intervención directa por parte del Gobierno Nacional; así mismo podrían ser modificados los planes pensionales, es decir, las condiciones para acceder a la pensión – edad y semanas – y en caso de quiebras de los fondos, podría el Estado intervenir para salvaguardar los intereses de los ahorradores. Al final, el gran impacto fiscal es creado por las políticas mismas de gobierno.

Como vemos, el trasfondo de la reforma es puramente económico. Actualmente los fondos privados de pensiones – que son fondos privados donde el trabajador ahorra igual que a una cuenta de ahorros - administran 240 billones de pesos promedio al año, que es casi el total del presupuesto del país al año. Este desbalance con respecto a Colpensiones – que es el fondo público que funciona bajo criterios de solidaridad – se debe principalmente a la desinformación, ya que se convenció a los y las trabajadoras de que los Fondos Privados pensionaban más y mejor, de manera que hoy los Fondos tienen los ingresos de 70% de los trabajadores, incluyendo los de más altos salarios, mientras que Colpensiones recibe la cotización de las personas con ingresos más bajos y el 90% de las personas pensionadas del país. En otras palabras, mientras Colpensiones pensiona quienes reciben los aportes de los trabajadores son los Fondos. Ello explica principalmente que haya que financiar 9 billones de déficit a Colpensiones con presupuesto nacional, para pagar las mesadas.

Este negocio tiene además unos beneficiarios muy reconocidos: el Grupo AVAL y el Sindicato Antioqueño, dueños de la mayoría de estos negocios. De los dineros de los fondos de pensiones, el 80% está en dos firmas; Porvenir (46%) y Protección (35%), de propiedad de los grupos económicos AVAL (Luis Carlos Sarmiento) y Sindicato Antioqueño, respectivamente.

ASOFONDOS, el gremio de las Administradoras de los fondos de pensiones y cesantías, junto con la ANIF (Asociación Nacional de Instituciones Financiera), son los redactores en la sombra de los artículos que hoy presenta al país el Gobierno Nacional. Ello explica que las propuestas allí contenidas guarden una lógica clara, con las propuestas y declaraciones de los Señores Sergio Clavijo, presidente de ANIF, y Santiago Montenegro, presidente de ASOFONDOS.

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5) Asociación Colombiana de Salud Pública “PRONUNCIAMIENTO PÚBLICO SOBRE LA PROPUESTA DE PLAN NACIONAL DE DESARROLLO 2018 – 2022 PACTO POR COLOMBIA, PACTO POR LA EQUIDAD” 2019.

lunes, 15 de abril de 2019

Análisis del Plan Nacional de Desarrollo ““Pacto por Colombia, pacto por la equidad 2018-2022”.


(Componente minero energético, medio ambiental y agrario)
Por: Unidad de Trabajo Legislativo del Senador Campesino Jesús Alberto Castilla Salazar

Imagen publicada con autorización de la CUT Subdirectiva Risaralda


 El fortalecimiento de un modelo económico basado en el extractivismo y sus implicaciones para el campesinado:

Dentro del análisis del primer eje los puntos clave, asociados al tema minero energético, son los siguientes: la sostenibilidad energética, la generación de recursos para la financiación estatal a partir de reservas petroleras inciertas, y el relacionamiento con las comunidades para la solución de los conflictos socioambientales del país.

Al suscribir el acuerdo COP 21 en París, el Estado Colombiano se comprometió a cumplir con un plan para limitar el calentamiento del planeta “muy por debajo” de 2 °C, que cubre el periodo posterior a 2020. Pese a ello, el gobierno incumple con el acuerdo suscrito al impulsar al Carbón como una fuente energética para asegurar el abastecimiento del país, aumentar la producción de 92 toneladas a 98 y propiciar políticas que impulsan la extracción y quema de carbón térmico, como lo muestra la cita a continuación:
Aprovechamiento de la hidroenergía y el carbón para la confiabilidad del Sistema Interconectado Nacional: …Por otra parte, el carbón térmico es una fuente de alta disponibilidad y valor energético, que en eventos de variabilidad climática pueden dar confiabilidad al sistema. Así mismo, es necesario contemplar esta fuente energética entre las opciones de sustitución de energía firme en aquellos proyectos hidroeléctricos existentes cuya capacidad de generación se vea disminuida por la aplicación de nuevos criterios ambientales o de priorización del uso del agua.”1

Cabe resaltar la incoherencia de una política que propone al sector minero energético2 como motor de crecimiento económico para financiar políticas de educación, vivienda, salud y ambiente, desconociendo los impactos negativos de la producción de gases de efecto invernadero, que en 2010 representó la pérdida del 2.2% del PIB, como consecuencia del fenómeno de La Niña; y que, entre 2015 y 2016, significó una sequía intensa y un fenómeno de El Niño prolongado, que dejó 318 municipios vulnerables al desabastecimiento de agua y 120 en situación crítica, según cifras del Ideam.

De acuerdo al Plan Nacional de Desarrollo 2018- 2022 “El sector minero-energético es un motor de crecimiento económico en Colombia, al mismo tiempo que atrae inversión, genera regalías, impuestos y contraprestaciones económicas a favor de la Nación, recursos que son necesarios para la reducción de la pobreza y el desarrollo territorial.” Así bien, el gobierno supone que la minería constituye un importante sector para la economía. Sin embargo, a pesar de su carácter de sector enclave (ya que se exporta más del 90% de su producción), en los últimos años su dinámica económica no rebasa los modestos encadenamientos con el resto del sector productivo y no genera un impacto cambiario neto positivo en el mediano plazo; así mismo, ante el cambio de ciclo y la caída de los precios internacionales, consecuente con menor dinamismo de la demanda mundial, entre otros factores, su capacidad de financiación del presupuesto nacional se verá afectada negativamente, punto que pone en entredicho, además, la irresponsable esperanza gubernamental de mantener las reservas y la producción petrolera en 70 dólares3, sin analizar la inestabilidad de precios y sus consecuencias en la economía, la enfermedad Holandesa, los efectos negativos del fracking y el uso no eficiente de las regalías.


Es entonces errado pretender incrementar la renta minera en el futuro próximo mediante la expansión de la producción de minerales, so pena de incurrir en graves riesgos en términos de daños socio-ecológicos desmedidos, especialmente cuando no se cuenta con un conocimiento integral del territorio (suelo y subsuelo) en amplias regiones del país, ni se dispone de un ordenamiento ambiental coherente con su vocación agroalimentaria.
El PND establece el continuismo de la política minero-energética “Todos por un nuevo país 2014-2018”, al cercenar el derecho a la participación directa de la ciudadanía y poner en riesgo la autonomía de las entidades territoriales, exigiéndoles coordinación y acuerdos con el Gobierno Central en lo referente al ordenamiento de su territorio. Sin embargo, puede atribuírsele la novedad de efectuar una destinación presupuestal específica para dar solución a los conflictos socioambientales del país a través de la militarización, fenómeno que se da no para proteger a la naturaleza o a las comunidades, sino para controlar los excedentes económicos de la explotación de los recursos naturales. Tema evidente en la propuesta de diálogo social para la negociación de derechos fundamentales, cuyo objetivo es des escalar y criminalizar el ejercicio de la protesta social que afecta específicamente la economía de las industrias minero energéticas4, robusteciendo un legado histórico de explotación con una serie de reformas en la regulación, la institucionalidad, el levantamiento y uso de información requerida, entre otros, para propósitos del fortalecimiento de una política pública exitosa para el capital transnacional.

Al respecto, es de vital importancia reconocer que el diálogo social propuesto por el gobierno no representa el objetivo de la participación ciudadana (en el marco de la definición que le otorga la Constitución política de Colombia y la ley), y por el contrario crea una institucionalidad que fomenta las dudas, inconformidades y oposiciones planteados a los documentos de los “proyectos estratégicos”, sin lugar a dar aplicabilidad a los principios de la participación ciudadana, tales como la preeminencia de lo sustancial a lo formal, la participación decisiva y vinculante, y el respeto al derecho universal de no negociar derechos fundamentales.

Por ende, insistimos en un diálogo nacional minero energético que tenga como objetivo concertar una nueva política con participación decisiva de las comunidades, que valide los mecanismos directos de participación ciudadana y consolide una transformación democrática y justa de la matriz energética, de la propiedad de la energía y su producción. Solo así será posible un verdadero pacto por la equidad en nuestro país.

Imágen publicada con autorización de la CUT Subdirectiva Risaralda


Así mismo, es necesario evidenciar las afectaciones que recaen sobre el campesinado con el Plan Nacional de Desarrollo, del cual se encuentra absolutamente ausente. Como antecedente principal, tenemos el desconocimiento del Gobierno de Iván Duque a las organizaciones campesinas, ya que mientras se comprometió a incluir en el Plan Nacional de Desarrollo las propuestas remitidas por ellas, el articulado del PND no las contiene. Cabe destacar que la Mesa Agraria del Cauca, una de las mesas reconocidas por el decreto 870/14 que componen la Mesa Única Nacional de la Cumbre Agraria Campesina Étnica y Popular – CACEP, ha venido adelantando acciones jurídicas e interlocutando con el Gobierno nacional para lograr que el campesinado quede incluido en el PND. Con este propósito, a finales del 2017, diferentes organizaciones campesinas presentaron una acción de tutela por la exclusión de los campesinos en el censo nacional. Esta tutela fue negada, pero la Corte Suprema de Justicia en la sentencia 2028/18, reconoce al campesinado como un “grupo de especial protección” y sugiere establecer unas mesas de diálogo con el DANE, el Ministerio del Interior y el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural.

Derivado de las mesas de diálogo, en 2017 el Instituto Colombiano de Antropología e Historia – ICANH-, realizó una conceptualización del campesinado como “un grupo poblacional con rasgos culturales diferenciados”; también se constituyó un grupo de académicos y funcionarios del estado, a quienes se exigió un concepto sobre la categoría “campesino”. El concepto de este grupo, que además aportó argumentos científicos sobre el ser campesino, coincide con el concepto del Instituto Colombiano de Antropología e Historia y de la Corte Suprema de Justicia. Adicionalmente, el DANE se comprometió en 2018 a incluir una pregunta de autoafirmación en instrumentos censales de 2019. Por otro lado, en el mes de agosto de 2019, en reuniones de la mesa del Cauca con el Consejo Nacional de Planeación –CNP-, las organizaciones le propusieron al Gobierno incluir en el Plan Nacional de Desarrollo, un “Pacto por el campesinado”, comprometiéndose a hacer entrega de un documento que incluyera sus propuestas para la construcción del mismo.
El texto del “Pacto por la equidad rural y el bienestar de la población campesina”, tuvo como objetivo “Mejorar el acceso a sus derechos económicos, sociales y culturales, garantizando el derecho de la población campesina a la igualdad material y simbólica; fortaleciendo sus capacidades productivas y de acceso a la tierra con el fin de elevar las condiciones para el ejercicio de la democracia en la ruralidad”. El documento se presentó por parte de voceros de la cumbre agraria al CNP el 18 de diciembre de 2018 y el 26 de diciembre de 2018 se presentó al Departamento Nacional de Planeación. Hasta el momento, de las 21 páginas de propuestas consignadas en 8 líneas del pacto, no aparece ningún elemento en las bases del PND ni en el articulado.

De hecho, en contraposición a estas propuestas, la prioridad de la política agraria para el Gobierno de Iván Duque y contenida en el Plan de Desarrollo, es poner todos los esfuerzos del Estado al servicio del extractivismo, atendiendo las preocupaciones del sector económico minero a costa del sector agrario y el campesinado, lo que profundiza la conflictividad territorial rural, agudizando las problemáticas sociales y territoriales y pretendiendo anular las consultas populares y la protesta social en los territorios. Dicha priorización de la política extractivista sobre la política agraria se refleja en los 97 billones de pesos que se otorgaron para su desarrollo, mientras al agro se destinaron 10 billones, es decir casi una décima parte.

Dentro del objetivo general del PND se hacen evidentes las prioridades de la política agraria del gobierno que claramente afectará al campesinado al indicar que “Impulsará la transformación productiva, la competitividad agropecuaria y agroindustrial y el desarrollo rural, promoviendo condiciones que dinamicen la provisión de bienes y servicios, la inversión privada, la innovación y el emprendimiento para la generación de oportunidades de crecimiento y bienestar de toda la población rural”. Lo anterior da cuenta de la intención de impulsar con recursos del Estado las alianzas público-privadas que consolidan la política de Zidres, el impulso de los Clusters productivos, la promoción de la agricultura por contrato y de alianzas productivas para los agricultores familiares. Estos elementos resucitan la política de Agro ingreso seguro, modelo propuesto por Andrés Felipe Arias que, apelando a la “nueva ruralidad”, entregaba las tierras y recursos a los grandes empresarios convirtiendo al campesinado en mano de obra barata sin derecho al acceso a la tierra ni a los recursos, parece que el gobierno quiere un “campo con progreso” donde quienes progresan no son los pobladores rurales.
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1 PND 2018-2022 “Pacto por Colombia, Pacto por la equidad”. Pág. 646.
2 Con un aporte del 5.35% del PIB para el año 2017.
3 Bases del PND 2018-2022, Tabla 1. Supuestos macroeconómicos.
4 Estas dificultades para la gestión y trámite pacífico de la conflictividad en el país tienen un impacto en términos de productividad y de garantía de derechos de las comunidades y territorios. A manera de ejemplo, según el PNUD, el 1% de los conflictos relacionados con la industria de hidrocarburos genera una disminución del 0,06% en los ingresos totales per cápita municipales y una reducción del 0,125% en la producción del petróleo. Durante el periodo 2010-2014, el número de bloqueos creció aproximadamente en un 6%, lo cual puede haber implicado un costo aproximado de $217.000, debido a la pérdida de producción e ingresos (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2016). 

miércoles, 6 de febrero de 2019

El Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022


A continuación, el programa ENFOQUE LIVE, producido por Sintraemsdes Pereira, analizamos en líneas generales El documento base del Plan Nacional de Desarrollo del "gobierno" Duque.

Para ver el programa, haga click aquí:
ENFOQUE LIVE: El Plan Nacional de Desarrollo 2019-2022