martes, 9 de septiembre de 2014

Libreta, hambre y muerte.

Por: Carlos Mario Marín Ossa
        @MarioossaM

La persecución política en los albores de la violencia colombiana - que nos fustiga desde la década de los años cuarenta - determinó un elemento esencial para matar de hambre a los opositores políticos y el cual con los años sirvió como excusa para matar y enviar a matar, a una clase social desposeída. Ese elemento que determinaron las élites económicas, sociales y políticas, es la libreta militar.

Como se narra en la historia oficial, pero con mayor detalle y mejor memoria en la investigación histórica de sectores académicos y sociales; décadas antes de la insurrección popular que se desató con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán Ayala, ya los terratenientes y gamonales de pueblo, secundados por la dirección política del país, habían utilizado durante las votaciones la retención de las cédulas de ciudadanía de los liberales como medio de estigmatización, persecución y exclusión política, desplazamiento y sentencia de muerte.

Con el estallido del Bogotazo y su reflejo en todo el país, la policía y el ejército se politizaron hacia el conservatismo, su doctrina e intereses. Fue fácil identificar a los liberales, con el fin de impedir que ingresaran a las filas de la fuerza pública. De todas formas, también había una gran masa de pobres que confundidos atacaban a su pueblo y defendían a quienes victimizaban al país nacional bajo las consignas de la fe, la moral y el derecho de la nobleza criolla. Y la libreta militar fue el elemento que permitió el acceso al trabajo para un sector político y la condena al hambre para el otro sector.

Casi setenta años después, la libreta militar sigue siendo el elemento que desde los primeros años de vida de un colombiano varón, le indica si ante el Estado es un ciudadano de primera, segunda o tercera categoría. Por supuesto, le indica si su destino está en los campos de batalla, el servicio en condiciones desobligantes ante superiores no siempre respetuosos, o en el pago de cantidades económicas generalmente difíciles de asumir por las condiciones socioeconómicas de las familias. El argumento que vende la propaganda oficial para que se “pague” el servicio militar, y que llevan a las aulas de secundaria (incluso de primaria) los oficiales o suboficiales delegados para tal fin, es que el “Patriotismo” es un deber de todos los colombianos. Aquí me pregunto, ¿por qué la clase alta de nuestro país gobierna y es empleada en los altos cargos del Estado si no tienen nada o casi nada de patriotismo?.

Si no se tiene libreta militar, no se puede acceder al trabajo, que para la gran mayoría de varones colombianos que logran el milagro de hacerse a uno bajo contrato (así sea de servicios o por obra), no se remunera más allá del salario mínimo.


Se constituye entonces la libreta militar en un elemento funesto de discriminación social en un Estado Social de Derecho que proclama la igualdad de sus nacionales ante ese Estado y la Ley. Pero además, condena a los humildes a morir en medio de un conflicto armado que se alimenta en los dos bandos, con la sangre de hombres y mujeres humildes de un mismo sector social. Impele a subalternos de la fuerza pública, a utilizar el argumento del deber y el patriotismo, para reclutar de manera forzada e ilegal a miles de jóvenes pobres, contrariando la Ley que han jurado defender, y que a través de Sentencias de las Cortes (Sentencia de la Corte Constitucional C – 879 de 2011), les ordenan abstenerse de efectuar las mal llamadas “batidas” y a ignorar la objeción de conciencia en los estratos bajos, pues en los altos la objeción es de conveniencia y de estirpe,  y se paga con dinero.

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