lunes, 1 de junio de 2020

Los Monstruos



“El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. 
Y en ese claroscuro surgen los monstruos”
Antonio Gramsci –
 Por: Carlos Mario Marín Ossa
Los monstruos de la niñez, aquellos que nuestros padres intentaron inocularnos dentro de la psique inmadura, para controlar nuestros actos de ese presente y del futuro, son ahora simples sombras de la cultura judeo-cristiana del miedo y de la culpa.
Bordeando los tiempos de la cuarta revolución industrial, cuando la fusión paradigmática de la robótica, la cibernética, los sistemas de tecnología digital de comunicaciones, la nanotecnología, la infraestructura física, la biotecnología y la reconfiguración de la acumulación del capital se encuentran en el nuevo orden mundial; se vislumbran las realidades de la vida que tendremos en el planeta a partir de los próximos meses, años y décadas. Estas realidades incluyen la imposición de estados de excepción política, en donde la juridicidad conocida, los derechos civiles y las libertades serán objeto de persecución y escrutinio por parte de los regímenes y élites caducas y ascendentes. Los monstruos que se asoman ahora, por debajo de las camas y los comedores, son otros. Estos sí, aterradores.
Todo lo que ha ocurrido durante este “paro” mundial derivado de la crisis sanitaria, especialmente, lo ateniente a las respuestas que han dado muchos de los gobiernos para atender las necesidades sociales, muestran con bastante certeza hacia dónde tiende el futuro inmediato y de mediano plazo.
Lo primero que se ha hecho notar, es la decisión de los gobiernos ubicados más a la ultraderecha del espectro político, para favorecer y solventar los reclamos de las entidades especulativas y financieras. Bancos, sector asegurador y financiero en general, que son los parásitos de la sociedad y de la economía mundial, los “atenidos” del esfuerzo colectivo no aportan nada al sector real, no producen riqueza pero se apropian del producto del trabajo de las gentes en la forma de dinero físico y fiduciario. A ellos, los gobiernos han transferido los salvamentos multimillonarios con los impuestos de los contribuyentes. En contraposición, estos entes parasitarios, ofrecen más alternativas de endeudamiento y succión del trabajo de los seres humanos golpeados por la crisis actual.
En segundo término, se ha notado cómo los sistemas de salud y protección social no estaban preparados para atender una situación exigente, tendiente al caos. Nunca lo estuvieron, porque su función luego de las reformas mundiales iniciadas e impulsadas por el Reino Unido y Estados Unidos a finales de los años setenta, no eran para garantizar la salud y la vida de los seres humanos, si no para extraer rentas crecientes del trabajo y del ahorro de las masas populares y de las clases “medias”. En Colombia, las ARL, ni siquiera con los decretos “presidenciales” han cumplido con proteger debidamente a los trabajadores/as de la salud, por mencionar sólo este ejemplo.

En tercer lugar, el campo y la manufactura de alimentos, están sujetos a los intereses de las potencias que obligaron a firmar tratados de libre comercio, para favorecer las economías de escala de sus territorios y la distribución de sus excedentes de producción en las neo colonias. Así, el abastecimiento soberano de alimentos no puede atender la necesidad de las gentes en las ciudades de los países sometidos a tales designios y ha sufrido los vaivenes de las tasas de cambio y del intercambio externo. Por lo tanto, los ingresos de las gentes pierden el poder adquisitivo para adquirir los bienes que estas requieren, con lo que el suministro dietario por persona disminuye notablemente. El hambre es un monstruo que ha mostrado su cara en todo su horror.
Un cuarto elemento que queda al desnudo, es el alto nivel de desempleo en los países subalternos, por cuenta del sometimiento del aparato productivo local a los intereses de las potencias imperialistas que obligaron a los primeros a firmar TLCs con el beneplácito de las élites locales, que también llevan su parte en el negocio. En los países industrializados también se presentan altos índices de desempleo en razón de la creciente apropiación de técnica y tecnologías que reemplazan el trabajo humano como producto de la inobjetable realidad de la cuarta revolución industrial. A la par, los sistemas de protección social son frágiles cuando no inexistentes, para apoyar las necesidades de subsistencia de los sectores poblacionales más vulnerables.
Una quinta observación, es la amplificación sistemática del miedo, operada por los grandes medios de comunicación, con lo cual se justifican las decisiones arbitrarias y plutocráticas de los gobiernos de la élite, legitimando de paso los mecanismos de control social, tanto jurídicos como armados, sean estos estatales o paraestatales. El gobierno global en estado de excepción, limita la juridicidad conocida y aceptada así como las garantías y libertades civiles, con el argumento de una seguridad etérea pero reclamada casi al unísono. El totalitarismo está en ascenso, y con mayor razón, ahora que la actual crisis cerró las puertas a la insurrección global que tenía contra las cuerdas a los beneficiarios del status quo, en reclamación de derechos y dignidad para la vida. En Colombia, los reclamos de la gente con hambre no se responden con soluciones alimentarias, si no con pie de fuerza policial y militar.
En sexto lugar, se observa la inversión creciente y sostenida en los aparatos policiales y militares, que se fortalecen y preparan para responder con violencia ante el inminente y necesario estallido que vendrá con el regreso a la “vida productiva” una vez termine el confinamiento general, y el desempleo, el hambre, la pérdida del patrimonio, empuje a las calles a quienes reclaman soluciones de ese Estado en que depositaron todos sus sueños y esperanzas, pero que no les responderá; porque el resultado de cualquier guerra es la concentración de la riqueza en menos manos. Y esa tarea ya va quedando definida. Como se decía en la segunda guerra mundial: “Cuando veas sangre en las calles, compra”.
Una séptima observación, corre por cuenta de la pugna que comienza a asomarse entre los capitalistas de los sectores reales de la economía (agropecuario y manufacturero) y los especulativos o financieros. A los primeros, los gobiernos les han negado en diferentes medidas los instrumentos de salvamiento, mientras se los han prodigado con esmero y generosidad al sector especulativo. Esto puede llevar a una reconfiguración de bloques de poder que se disputen la producción y acumulación de la nueva riqueza luego de la “pandemia”.
Un octavo elemento que se observa, es la disputa global entre los gobiernos de Estados Nación y los gobiernos de las corporaciones mundiales, según los segundos le van sirviendo a los intereses de los imperios tradicionales o de los emergentes. En este marco, las relaciones geopolíticas, diplomáticas, económicas y de guerra, marcan otros escenarios en donde la llamada cuarta revolución industrial plantea las condiciones del juego. La biopolítica comienza a mostrar un horizonte que regirá los estadíos de guerra y de paz.
Hay un mundo conocido que muere y otro que se avecina aún en muchos rasgos insospechado. Los monstruos han comenzado a mostrar su cara. Los fascismos ya venían retomando espacios físicos, como en la moral y ética sociales y sus usos. El rechazo y amenazas que en Colombia han sufrido los trabajadores de la salud por parte de comunidades que, presas del miedo irreflexivo, los ven como amenazas a sus vidas y no como sus probables salvadores. La humillación y la esclavitud a la que sometieron a Doña Edy Fonseca, vigilante de un edificio residencial de clase alta en Bogotá, muestra el grado de utilización de las personas como objetos y recursos explotables, y el desprecio por la condición humana del otro. Las guerras geopolíticas por el dominio global entre Estados Unidos y el Bloque Asiático sumen al mundo en nuevas miserias. La amenaza del control de la vida de la gente a través de la nano y biotecnología están a la orden. El papel del brazo armado de las élites es cada vez más evidente y brutal.
Los monstruos hablan de la paz, de la democracia, de la riqueza para todos, de la seguridad y la felicidad. En la mayoría de los casos se disfrazan de centro o tercera vía, incluso citan de nuevo a Keynes y a Mao, pero en sus actuaciones y convicciones más íntimas buscan la segregación y el establecimiento de procesos de élite que los alumbren como designados naturales para regir los destinos del mundo y de las gentes.
Como en toda la historia de la humanidad, a los monstruos se les conjura mirándolos a la cara, para vencer el miedo y confrontarlos según lo requieran las circunstancias. Los monstruos se deslíen ante la solidaridad, los procesos y las convicciones comunitarias. Es en esos terrenos que los monstruos se asustan, y tratando de mostrarse fuertes con la represión y la violencia, terminan sucumbiendo a su miedo vital.

@MarioossaM

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