miércoles, 12 de febrero de 2020

LA GUERRA POR EL PODER SIMBÓLICO




“La democracia está pensada para ser un
conjunto de procedimientos congelados
para excluir y penalizar”.

-       Vicente Romano –

“De algún modo parecía como si la granja
se hubiera enriquecido sin enriquecer
a los animales mismos, exceptuando,
naturalmente, a los cerdos y a los perros”

George Orwell – Rebelión en la Granja.



Por : Carlos Mario Marín Ossa

Como ya sabemos, el proyecto de despojo que tiene la élite global, se manifiesta a nivel orbital y se desarrolla localmente – glocalidad para la explotación y acumulación por despojo -.

Una de las disputas más encarnizadas de la actualidad, es aquella que se da por el poder simbólico. Para ello, cumplen un papel fundamental los medios de comunicación que son propiedad de las élites y aquellos medios denominados alternativos, que son creados desde las bases de la población, para mostrar otras realidades diferentes - a las que se nos presentan mediadas a través de los periodistas, empleados y funcionales de los ricos y poderosos-; enseñarnos las realidades que nosotros vivimos y que se ajustan a nuestros intereses.

En el año 2015, desde El Congreso de los Pueblos en el Eje Cafetero planteábamos que “la clase dominante ha construido tejido social, impulsa valores ligados a la industria cultural, a nacionalismos precarios y ahistóricos. El papel de la educación y de los medios de comunicación es fundamental, pues uniforman el discurso, convirtiendo la voz de los medios en la voz de los poderosos en boca del Pueblo” [1].

Los seres humanos actuamos basados en las experiencias, el conocimiento que las mismas nos entregan y en las ideas que formamos con base en las opiniones que nos formamos a través de la información que recibimos y acumulamos a través del proceso mencionado. Las élites saben que si nos entregan dicha información y experiencias mediadas por sus mandaderos, nos vamos alineando gradualmente a sus intereses y en contra de los nuestros. Si desde la escuela, a través de la coacción contra los maestros o desde el diseño de currículos y textos, nos dicen que la injusticia es justicia, esa idea se arraigará en nuestra mente y será considerada como una verdad. “Si no reconocemos nuestros intereses, no entenderemos los nexos sociales más sencillos. No se pueden reconocer los intereses si se ignoran las posibilidades de uno. Las posibilidades se conocen gracias a las informaciones. Quienes deciden y seleccionan las informaciones que configuran nuestra opinión, deciden también hasta dónde han de llegar nuestras posibilidades. Por eso, deciden con qué intereses debemos identificarnos” [2].

Después de la segunda guerra mundial, Estados Unidos de Norte América y sus aliados, se repartieron el mundo, crearon entidades multilaterales y fortalecieron sus ejércitos externos e internos. A través del Fondo Monetario Internacional, de la ONU, del BID, de sus medios de comunicación, entre otros, vendieron la idea que estas entidades existen para ayudar al mundo “libre”, pero en realidad existen para garantizar la acumulación de riqueza en sus manos y la distribución privilegiada para ellos. Los bancos y sus propietarios, también hacen parte de los símbolos que se han creado para lograr el cometido de despojo, como cuando “los Rostchild, Baring Brothers y socios, financiaron la guerra de La triple Alianza contra Paraguay, el FMI nos enseñó que hay países ricos y otros destinados a servir a los ricos, que hay quien nace inteligente y quien nace tonto” [3]. En Colombia, se creó el UPAC como símbolo de ayuda a la población vulnerable para que adquirieran vivienda, pero en realidad, servía a los intereses de banqueros como Luis Carlos Sarmiento Angulo y de los que posteriormente se convertirían en oligopolio financiero. También tenemos a los partidos políticos como símbolos del poder de las élites, quienes son las llamadas a decidir por la población, pues tienen la formación, la experiencia y el derecho.

Las banderas, los y las dirigentes, sus modales, sus ropas, y más, son símbolos del deber ser, de lo correcto, de lo ético y moral que debe aceptarse en una sociedad. La misma verdad es un símbolo – lo que corresponde, es descubrir cuál verdad nos interesa -. George Orwell, nos cuenta en su libro Homenaje a Cataluña, como durante su estadía en el Frente de Huesca, durante su servicio en la huestes antifranquistas en España, la verdad como símbolo variaba no sólo dependiendo de si la información la difundía el POUM o el ejército de Franco. Cada cual, iba ganando la guerra. Entre tanto, las facciones apostadas en los campos de Huesca, pasaban frío, hambre y aburrimiento. La guerra allí, prácticamente no existía. Nadie ganaba [4].

Pero la disputa del poder simbólico, no sólo se da de forma binaria entre explotadores y explotados tradicionales, sino también entre aquellos que hoy conocemos como alternativos.

En nuestro país, en los últimos cincuenta años, esta disputa se ha dado fieramente también entre estos sectores. El ánimo hegemónico, el interés para preservar privilegios alineados a los de la élite tradicional y la mezquindad por si misma, han llevado a implosionar procesos unitarios, soportados en falsos dilemas, en la manipulación de la verdad, en el manoseo de la ética, en el posicionamiento de líderes tibios, no polarizantes, pero amigos, familiares o funcionales al régimen.

Si llegamos a la escena local del último quinquenio, encontramos a quienes nos han vendido Cámaras de Comercio, Sociedades de Obras Públicas, Entidades de financiamiento y Clubes Rotarios, que se encargan de impulsar y ejecutar las decisiones y las obras que necesitamos, pues son de interés público, pero que realmente benefician el interés privado, minoritario, por demás.

También podemos encontrar procesos de manipulación y saboteo de posibilidades políticas, sociales y electorales, en nombre de la democracia, de la conveniencia social y de la ética; pero que a la luz de los hechos, de los documentos y de los registros, han obedecido a veleidades y miserablezas, como lo ocurrido con el aborto del proceso convergente de 2019 en Pereira y la consecuente pérdida de la curul del Polo en el Concejo Municipal, todo orquestado desde el MOIR.

Al mejor estilo de Rebelión en la Granja, de George Orwell, los animales rebelados, ante la incapacidad de leer, por ende de comprender y organizarse, son manejados por los cerdos, que se organizan. Los perros son los esbirros que cumplen la función de amenazar a quienes pongan en cuestión a los jefes, las ovejas terminan como un coro que a las órdenes de los jefes, sabotean cualquier voz que cuestiona. Los gansos se transforman en un escuadrón que lleva y trae las informaciones sesgadas que ordenan los jefes difundir. Los demás animales, se convierten en mansos trabajadores de los mañosos dirigentes, y terminan hundiendo el proyecto emancipatorio de La Granja Animal, cuando los jefes los convencen de cosechar las codiciadas manzanas y otorgárselas en exclusividad a los cerdos (los jefes), pues estos deben mantener la salud, ya que su trabajo mental es más desgastante que el de los demás y todo lo que ellos hacen sólo obedece a la intención magnánima de pensar en el bienestar colectivo. El manifiesto libertario inicial, termina reducido a un sólo mandamiento: “TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS” [5].

La disputa del poder simbólico, se da a la derecha y a la izquierda; y no toma partido en el centro.

@MarioossaM










[1] Congreso de los Pueblos. Memorias del Seminario Político Ideológico “Carlos Alberto Pedraza”. Bogotá, 2015.
[2] Vicente Romano. La formación de la mentalidad sumisa. Fundación para la investigación y la cultura. 2002.
[3] Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina. 1970
[4] George Orwell. Homenaje a Cataluña. Penguin Random House. 2011.
[5] George Orwel. Rebelión en la Granja. 1945

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