Por:
Carlos Mario Marín Ossa
@MarioossaM
La
persecución política en los albores de la violencia colombiana - que nos
fustiga desde la década de los años cuarenta - determinó un elemento esencial
para matar de hambre a los opositores políticos y el cual con los años sirvió
como excusa para matar y enviar a matar, a una clase social desposeída. Ese
elemento que determinaron las élites económicas, sociales y políticas, es la libreta
militar.
Como
se narra en la historia oficial, pero con mayor detalle y mejor memoria en la
investigación histórica de sectores académicos y sociales; décadas antes de la
insurrección popular que se desató con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán
Ayala, ya los terratenientes y gamonales de pueblo, secundados por la dirección
política del país, habían utilizado durante las votaciones la retención de las
cédulas de ciudadanía de los liberales como medio de estigmatización,
persecución y exclusión política, desplazamiento y sentencia de muerte.
Con
el estallido del Bogotazo y su
reflejo en todo el país, la policía y el ejército se politizaron hacia el
conservatismo, su doctrina e intereses. Fue fácil identificar a los liberales,
con el fin de impedir que ingresaran a las filas de la fuerza pública. De todas
formas, también había una gran masa de pobres que confundidos atacaban a su
pueblo y defendían a quienes victimizaban al país nacional bajo las consignas
de la fe, la moral y el derecho de la nobleza criolla. Y la libreta militar fue
el elemento que permitió el acceso al trabajo para un sector político y la
condena al hambre para el otro sector.
Casi
setenta años después, la libreta militar sigue siendo el elemento que desde los
primeros años de vida de un colombiano varón, le indica si ante el Estado es un
ciudadano de primera, segunda o tercera categoría. Por supuesto, le indica si
su destino está en los campos de batalla, el servicio en condiciones
desobligantes ante superiores no siempre respetuosos, o en el pago de
cantidades económicas generalmente difíciles de asumir por las condiciones
socioeconómicas de las familias. El argumento que vende la propaganda oficial
para que se “pague” el servicio militar, y que llevan a las aulas de secundaria
(incluso de primaria) los oficiales o suboficiales delegados para tal fin, es
que el “Patriotismo” es un deber de
todos los colombianos. Aquí me pregunto, ¿por qué la clase alta de nuestro país
gobierna y es empleada en los altos cargos del Estado si no tienen nada o casi
nada de patriotismo?.
Si
no se tiene libreta militar, no se puede acceder al trabajo, que para la gran
mayoría de varones colombianos que logran el milagro de hacerse a uno bajo
contrato (así sea de servicios o por obra), no se remunera más allá del salario
mínimo.
Se
constituye entonces la libreta militar en un elemento funesto de discriminación
social en un Estado Social de Derecho que proclama la igualdad de sus
nacionales ante ese Estado y la Ley. Pero además, condena a los humildes a
morir en medio de un conflicto armado que se alimenta en los dos bandos, con la
sangre de hombres y mujeres humildes de un mismo sector social. Impele a
subalternos de la fuerza pública, a utilizar el argumento del deber y el
patriotismo, para reclutar de manera forzada e ilegal a miles de jóvenes
pobres, contrariando la Ley que han jurado defender, y que a través de
Sentencias de las Cortes (Sentencia de la Corte Constitucional C – 879 de 2011),
les ordenan abstenerse de efectuar las mal llamadas “batidas” y a ignorar la
objeción de conciencia en los estratos bajos, pues en los altos la objeción es
de conveniencia y de estirpe, y se paga
con dinero.
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