Por
: Carlos Mario Marín Ossa
@MarioossaM
Se
ha vuelto común escuchar sobre una serie de campañas que pretenden que hablemos
los habitantes (seres humanos, ciudadanos y contribuyentes) de lo bueno que
tienen nuestras ciudades. Nos invitan a ponernos la camiseta, a manifestar que
“Yo Creo”, que Pereira es de todos (ni el megabús es de todos, pero todos
sabemos de quién es), a decir Yo creo en Pereira, nos hablan de las bondades
del clúster logístico en Dosquebradas, nos muestran la visión de Dosquebradas y
Pereira 2032, y más.
Los
líderes pereiranos y dosquebradenses que proponen, organizan, financian y
defienden estas campañas, tienen la particularidad de pertenecer a la élite
económica y política tradicional de la región. Son delfines de las castas
risaraldenses que han manejado y proyectado al departamento a su antojo. Los
apoyan en ocasiones, sectores emergentes que han logrado el poder político y
han llevado a sectores populares a estas instancias, pero no precisamente para
realizar una construcción en bien de todos.
Para
estos líderes que además tienen el poder de la pauta publicitaria en los medios
de comunicación de la región; la ciudad va bien, es innovadora, es cultural, es
apetecida por la inversión extranjera (hay confianza inversionista). Pero para
miles de pereiranos y dosquebradenses que padecen y padecemos un sistema de
salud pública colapsado y sin garantía del derecho, la ciudad no se ve bien.
Los habitantes que se encuentran sin empleo o con uno en estado de informalidad
y conflicto por el espacio público, la ciudad no es amable. Los empleados de
Promasivo S.A. que se encuentran sin trabajo, sin pago de salarios ni seguridad
social, la ciudad está mal. Las familias de los mismos, que vienen padeciendo
hambre, deudas, inseguridad de vivienda por atraso del pago de arrendamiento,
la ciudad no es remanso de paz. Los habitantes de ambas ciudades, que
afrontaron un alza desmedida de avalúos catastrales y el incremento del
predial, no ven la ciudad con ojos esperanzadores. Tampoco tienen esa alegre y
optimista percepción, los estudiantes y líderes universitarios de la UTP que
tienen en riesgo su vida tras las amenazas de muerte, y que con extraña
insistencia desconocen autoridades administrativas y policiales.
Por
eso, esa ciudad que intentan obligarnos a aceptar como real los gremios, las
personas adineradas y de pedigree, la casta emergente propia y foránea, es sólo
la negación de la realidad que vivimos cientos de miles de risaraldenses.
Entiendo que desde una oficina ejecutiva en un edificio lujoso, desde el
asiento de cuero de un automóvil de alta gama, desde la orgía desarrollada en
una finca de la periferia rural, la ciudad puede verse muy atractiva. Pero esa
no es la realidad de la mayoría.
En
fin, la ciudad se ve diferente según sea el padecimiento vivido o el dividendo
generoso del negocio financiero o especulativo.
Reconociendo
los múltiples problemas, unidos podemos avanzar en la búsqueda y adopción de
soluciones. Recuperar nuestro territorio, como una bancada social risaraldense
debe ser una apuesta de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario