viernes, 3 de octubre de 2014

POLIARQUÍA

Por: Carlos Mario Marín Ossa
        @MarioossaM

El politólogo David Roll citando en sus investigaciones sobre los partidos políticos de Colombia, a Pierre Gilhodès, dice que: “los partidos políticos colombianos, en particular los dos partidos históricos, son en su cúpula agrupaciones de notables, se hallan cohesionados por elementos culturales comunes, se activan en tiempo de elección y cuentan con estructuras mínimas y sin disciplina”.

La naturaleza misma de las ideas y las luchas sociales que han dado nacimiento a los partidos políticos alternativos, las prácticas vitales de los militantes y dirigentes de esos partidos y la confrontación con los abusos autocráticos de las élites tradicionales, reclaman la existencia de valores y principios democráticos que conlleven a la adopción como filosofía y como práctica de la poliarquía en el interior de estas instituciones, entendida esta, como la práctica de la democracia interna que refleje todos los pensamientos, gustos, sueños y quereres de esa población que busca un mejor vivir y que se compromete ideológica y materialmente con un proyecto político.

Las élites de los partidos políticos los convierten en instrumento de mercadería, focos de corrupción y caldo de cultivo para la anarquía nacional. La desconexión de la realidad que vive el pueblo es una de las características de las élites económicas, políticas e intelectuales cuando no bajan de su olimpo por incapacidad o por mezquindad. Y ello conlleva a la apatía colectiva por lo público, por la cosa política. No creo que los partidos políticos estén llamados a desaparecer, pero es claro que sin superar sus discursos, su práctica no los tiene cerca del pueblo, razón por la cual el papel ideologizante no se transmite desde las alturas políticas hasta la arena terrestre en que caminamos los mortales. Bajo el peso de la historia de las últimas décadas, el movimiento social ha aglutinado los sueños y las luchas del país nacional, ante la incapacidad cohesionadora de los partidos.

Como los derechos son relaciones entre individuos o colectividades humanas que se asumen como pares, puede entenderse por qué las élites tradicionales en Colombia nunca han respetado la dignidad de las demás personas que habitamos este territorio: No nos ven como sus pares, por lo que no nos ven como sujetos de derechos . Esta misma distorsión se traslada al interior de los partidos políticos, incluso los alternativos: Quienes se sientan sobre el peso de su historia y su vanguardia, no ven como pares a sus compañeros de militancia. Por esta razón utilizan todos los medios, para impedir que accedan democráticamente a las posiciones de dirección, orientación y representación, aun cuando los estatutos promulguen la poliarquía; de la misma forma que la Constitución Nacional promulga derechos y garantías que no se cumplen bajo el gobierno y la juricidad de las élites.

Con el horizonte llamando hacia una posible nueva historia nacional de postconflicto, en medio de las convulsiones sociales que se multiplican en rechazo a un modelo económico que todo lo compra y lo vende – ello incluye los derechos, el futuro y la dignidad – sin respeto por lo humano, partidos como el Polo Democrático Alternativo están llamados a institucionalizar la poliarquía para convertirse en verdaderos canales de las búsquedas y anhelos del pueblo. Esa condición es imprescindible para que el partido tenga continuidad en su papel transformador, por encima de las coyunturas electorales; y engloba por antonomasia valores de libertad, igualdad, justicia y pluralismo. También los principios de información, transparencia, libre debate y circulación de directivos.


Es el reto para enfrentar con éxito el papel que de estos partidos reclaman el pueblo y la historia.

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