Por:
Carlos Mario Marín Ossa
@MarioossaM
Siendo
Colombia un Estado que se ha jactado de su larga tradición legalista y
“democrática”, muchos no comprenden cómo estamos sumidos en la violencia y la desigualdad.
Sin embargo es claro, que los gobiernos y las élites tradicionales han
desarrollado la Ley y entre ellas la Constitución Política, como medio de
excluir a grandes franjas del pueblo de la posibilidad de obtener respuesta a
sus intereses, es decir, de ser sujetos de derechos por vía jurídica.
Cómo
la Constitución real es la suma de los Factores Reales de Poder, más allá del
texto escrito, esas grandes franjas colombianas, las franjas populares que
tienen fuerza, presencia, movilización e intereses en el territorio y que no
tienen plasmado su interés en el texto Constitucional, ni tienen la garantía
jurídica de sus derechos; mantienen una contradicción permanente con el
gobierno de élite y de allí se derivan manifestaciones de descontento que en el
curso de la historia desarrollaron las distintas violencias que hemos vivido.
Si
las comunidades campesinas y sus intereses populares no se convierten en
derecho a través de la Carta Constitucional y de la institucionalidad jurídica,
no habrá paz. Si los intereses de los mineros artesanales son atropellados en
favor del interés multinacional y no se protegen Constitucionalmente, no habrá
paz. Si la educación y la salud no se constituyen en derecho fundamental a
favor de la vida y por encima del interés de lucro de sectores económicos
minoritarios, el interés del sector popular no estará protegido por el contrato
Constitucional. Así no habrá paz.
Si
se hipoteca la biodiversidad nacional y la seguridad y soberanía alimentarias
del pueblo a través de las semillas certificadas – transgénicas – para
favorecer el ánimo de ganancia multinacional y corporativo, el interés popular
por la sobrevivencia, el futuro y la autonomía no tiene protección jurídica.
Así no habrá paz.
Si
las trabajadoras, los trabajadores y los jóvenes que se aprestan a ingresar al
sistema “laboral” no encuentran condiciones laborales dignas, estables y con
garantías para desarrollar un proyecto de vida; su interés estará sacrificado
al modelo de intermediación que le sirve al gran capital nacional e
internacional para reproducirse. Sus intereses no estarán protegidos material y
jurídicamente. Allí no habrá paz.
Si
la participación política de todos los sectores de la Nación no se garantiza en
términos de equidad, para que se representen así sus intereses y se protejan
desde la juridicidad, no habrá paz.
Es
decir, Colombia necesita una nueva asamblea nacional Constituyente, un nuevo
contrato social en donde todos los Factores Reales de Poder que existen de
hecho, se conviertan en derecho a través de las instituciones jurídicas, con
pleno desarrollo de garantías estatales. Y ello implica reformas al modelo
económico, social y político, en donde todos cedamos un poco para compartir el
territorio y para que todos disfrutemos de la riqueza y de la posibilidad de un
futuro digno.
Sólo
así habrá paz.