Por: MarioossaM
La carrera hacia la campaña presidencial de 2018 tuvo su primerísima vuelta este 11 de marzo con las elecciones legislativas y las dos consultas interpartidistas que representan dos visiones totalmente diferentes de ver el mundo.
En términos de curules en el parlamento, la bancada social y alternativa avanzó al lograr 29 Senadores y 23 Representantes a la Cámara, que llegan de partidos diferentes a los tradicionales.
Mención especial merecen los triunfos de Alberto Castilla como Senador campesino, Feliciano Valencia por el movimiento indígena, Aída Avella como sobreviviente del genocidio de la UP y María José Pizarro, víctima del asesinato de su padre, Carlos Pizarro León Gómez.
Las consultas interpartidistas fueron ganadas por quienes se preveía. Gustavo Petro por un lado e Iván Duque por el otro.
Petro consigue 2.849.331 votos propios, de votantes que corean su nombre y votarán nuevamente por él en la primera vuelta.
Iván Duque obtiene 4.038.101 votos con el apoyo de Cambio Radical que tiene candidato presidencial propio y cuyos votos no se repetirán por Duque, sino que se trasladarán para donde el patrón, Germán Vargas Lleras. Aun habiendo ganado su consulta, la de Iván Duque, los votantes coreaban el nombre de Uribe, no el del candidato.
Si tenemos en cuenta que la votación al Senado por Cambio Radical fue de 2.155.487, votos que en la primera vuelta no le llegarán a Duque, el gran ganador de las consultas realmente es Petro. Y esto, además, porque han salido a la luz las evidencias de un gran fraude electoral contra Gustavo Petro en diferentes zonas del país.
Miedo a llamar las cosas por su nombre
Las candidaturas que intentan desligarse del proceso dialéctico de la campaña, señalan que la polarización no le conviene al país, que representan un supuesto centro político que conviene y es deseable, evitando de paso los enfrentamientos innecesarios. Ese supuesto “centro” es una noción tan vaporosa como las propuestas y la coherencia de quienes lideran el pretendido proyecto de centro.
En rigor, se le llama en este momento “polarizar” al proceso de confrontar visiones del mundo que por lo general se encuentran antagónicas o alejadas unas de otras. Esas visiones traen consigo unas plataformas de ideas y de programas que defienden intereses muy concretos. Y es necesario, conveniente y deseable que esa dialéctica se presente, esa “polarización”, porque es de esta forma como se pueden develar los intereses que defienden una y otra propuesta, para el caso, la de la derecha que representan Vargas Lleras y Uribe con su candidato con hilos, Duque; y la de la izquierda que representa Gustavo Petro. Y en el limbo nebuloso de la indecisión que no dice nada, se quedan las candidaturas que no toman posición.
Entonces, polarizar significa llamar a las cosas por su nombre.
La derecha dice con claridad que hay que hacer fracking para sacar hasta la última gota de petróleo sin que les interese el daño a la naturaleza y a las gentes (los dos factores de producción de riqueza fundamentales, una porque provee los recursos para la vida y la otras, porque es su fuerza de trabajo la que toma los recursos de la naturaleza, los transforma y los convierte en riqueza).
La izquierda dice de forma clara que se debe preservar la naturaleza y que el fracking no va. Está en juego la vida de los seres vivos sobre esta tierra.
La derecha dice que la salud de los colombianos sigue con las EPS y entregándole el erario a sus dueños.
La izquierda dice que la salud de los colombianos, su vida y su derecho sólo mejorará eliminando las EPS y dándole al dinero un manejo público en donde no hay dueños con ganancias financieras, sino pacientes beneficiados con mejor atención, prevención y tratamientos.
La derecha dice que la tierra debe continuar concentrada en pocas manos, que su utilidad radica en valorizarla para la especulación financiera, mientras que la izquierda dice que la tierra tiene una función social, que debe entregársele a quienes la trabajan produciendo la alimentación que los colombianos requerimos, que se respeta la propiedad pero que se debe gravar el latifundio improductivo.
La derecha dice que el dinero de la educación debe entregársele a las universidades privadas a través del programa que discrimina a las personas y que se ha llamado “Ser pilo paga”, para que puedan estudiar 40.000 jóvenes de escasos recursos.
La izquierda dice que el dinero de la educación es para fortalecer la universidad pública y de esta manera puedan estudiar sin discriminación cerca de 400.000 estudiantes de bajos recursos. Y otras tantas temáticas.
Se deduce entonces que el debate que se quiere llamar de forma peyorativa “polarizar”, es necesario para entender lo que nos conviene a la mayoría y lo que le conviene a la minoría que son las élites.
Se intenta infundir miedo como táctica de campaña política, con el concepto amañado de “polarizar”, para evitar que las personas comprendan cuáles intereses defienden unas y otras candidaturas y quiénes los multimillonarios que apoyan el proyecto de continuismo que tiene al país como uno de los más pobres y desiguales del mundo.
Debatir ideas –polarizar– no requiere de violencia física o verbal. Es un proceso dialéctico, es uno de los métodos de la política, de su esencia filosófica.
Por estas razones, yo llamo a polarizar.
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