Por: Carlos
Mario Marín Ossa
@MarioossaM
Una
población, en términos generales aspira a tener empleo digno, educación, salud,
techo, vestido, alimentación y un poco de esparcimiento. Son elementos que de disfrutarlos
en buenas condiciones, dicha población considera tener una vida digna. Estas garantías configuran una redistribución
de la riqueza que conlleva a estabilidad social, construcción de paz y
desarrollo integral. Y es lo que se espera que un Estado garantice a través de
su gobierno.
El
año 2018 convoca nuevamente al pueblo colombiano a elecciones de orden nacional
para nombrar una nueva composición del Congreso (que en esta ocasión pudiera
variar de forma importante) y a elegir un presidente o presidenta de la
República (también para este caso puede darse un cambio inédito).
Así
pues, el momento histórico por el que atraviesan Colombia como República y su
pueblo como Nación, dependen institucionalmente de: 1) La nueva composición del
Congreso y 2) La elección de quien asumirá el cargo de presidente o presidenta
y del programa de gobierno que implementará. Desde lo extra-institucional, la
movida social entre fuerzas antagónicas marcará el desarrollo del programa que
lleva las bases del próximo gobierno y su reflejo en las representaciones
parlamentarias que una y otra fuerza son capaces de influir.
Un
Congreso de la República en pugna por transformaciones y otro por mantener el
status quo.
Tanto a Senado como a Cámara de Representantes
llegan como fruto del proceso de paz de La Habana, diez (10) representantes por
la ahora fuerza política Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común -FARC. Aún
está en vilo la posibilidad de llegada al parlamento de movimientos sociales a
través de las circunscripciones especiales para la paz, que para el caso serían
diez y seis curules en Cámara de Representantes. Restan las posibles curules que conserven o
tal vez aumenten entre el Polo Democrático Alternativo y Alianza Verde, las que
puedan obtener los Progresistas y su coalición, las del movimiento indígena y
las negritudes a través de circunscripciones especiales. Algunos cálculos
indican que existe la posibilidad que las fuerzas alternativas alcancen entre
20 y 25 curules, cerca de un 24% del parlamento, con lo cual se lograría
establecer una fuerza importante en estos espacios colegiado. Las fuerzas que
representan los intereses más retardatarios de la ultraderecha de carácter
semifeudal alcanzarían alrededor de un 30% , las fuerzas que representan a la
oligarquía de carácter financiero alcanzarían alrededor del 40% y el resto
quedaría para representaciones que se alinean preferiblemente hacia los
ofrecimientos burocráticos, casi siempre representados por el actual modelo
económico, político y social.
La clave para un nuevo proceso histórico
de las mayorías colombianas, es lograr una muy importante representación a
través de las fuerzas alternativas que en el Congreso de la República impulsen
los cambios requeridos para alcanzar mayores niveles de equidad, bienestar y
redistristribución de la riqueza, o que bloqueen las iniciativas que desde los
sectores antagónicos busquen imponer el interés de las élites.
Con las diferencias propias de los
desarrollos históricos, ideológicos, conceptuales y de influencia territorial,
deberían llegar al parlamento las representaciones del Polo Democrático, de la
Alianza Verde, de la Unión Patriótica, de los Progresistas y aliados, del
Modep, del MAIS indígena, de los Afros. Son fuerzas que en términos amplios
propenden por las transformaciones más necesarias para iniciar una senda hacia
condiciones de vida digna y con mayor equidad para las actuales y próximas
generaciones de colombianas y colombianos. Son fuerzas que con matices plantean
desarrollos en términos de generaciones como resultado de una visión política
de Estado.
Una mayor correlación de las fuerzas de
derecha y ultraderecha que siempre han defendido los intereses de las élites
económicas y sociales, mantendrán a la población en las mismas condiciones de
miseria y violencia, dinamitando de paso el anhelo de avanzar hacia la
construcción de la paz.
Las
franjas del abstencionismo son claves
En una sociedad fuertemente polarizada,
con una gran carga de dogmatismo, fanatismo y fundamentalismo, sumados a la
ignorancia política, al desconocimiento de la historia y a la incapacidad de
realizar análisis de contexto y de intereses de clase; la votación cautiva por
sectores populares, de clase media y de pensamiento progresista, tanto como la
de aquellos cautivos por los sectores más conservadores y retardatarios,
difícilmente se moverá. Entonces, la franja por donde se pueden generar los
desequilibrios más notables es por aquella en donde históricamente se ubican
las personas abstencionistas.
No es fácil ganarse estos apoyos, por
cuanto el desmadre generalizado de la corrupción en la política, en los
sectores públicos y privados; no ayudan para que estas personas cambien de
opinión respecto de la necesidad o importancia de la representación política y
la delegación (no omnímoda) de su voz. Pero la exigencia de una construcción de
paz y de una sociedad más digna y equitativa –sobre todo ahora que las
insurgencias armadas han asumido el reto del diálogo y la negociación con las
élites- puede ayudar a convencer a esta franja acerca del papel fundamental que
tienen para con las futuras generaciones como legado de cambio y
materialización de los intereses de las mayorías nacionales.
Las
propuestas claves para cambios reales
Entre el abanico de candidatos y
candidatas hacia el congreso de la República que se encuentran dentro de los
parámetros que entiendo como fuerzas progresistas y alternativas, considero que
es esencial apoyar a aquellos y aquellas que proponen adelantar su trabajo
legislativo y de control – y que su trayectoria da fe de coherencia entre lo
que proponen y lo que han vivido- en el marco de los siguientes asuntos:
a.
Que
hagan parte de los sectores populares y de clase media, los cuales constituyen
las mayorías nacionales, son los que aglutinan a los trabajadores del campo y
de la ciudad y por ende generan la riqueza de la nación; aquella que es
usurpada por las minorías que hasta ahora controlan el poder de las
instituciones y de los cuerpos armados.
b.
Que
tengan trayectoria en el movimiento social como resultado de su compromiso en
la defensa de los derechos del pueblo.
c.
Que
no se encuentren apoyados por las élites y las castas económicas y políticas
del país, ni comprometidos con ellas.
d.
Que
tengan conocimiento de los territorios, de la realidad nacional, de las gentes,
de sus culturas y del papel que deben realizar en el Congreso.
e.
Que
se comprometan con los cambios requeridos en el país, con temas ineludibles
como buscar la eliminación de las reformas laborales y de seguridad social, en
especial las derogatorias de las Leyes 50 de 1990 y 100 de 1993 que eliminaron
las garantías laborales a los trabajadores y asegurando de paso el derecho
fundamental a la salud; el impulso de la educación pública con un presupuesto
suficiente para garantizar calidad, acceso y proyección social; la
renegociación o derogación de los TLC que afectan la producción nacional, el apoyo
de dicha producción protegiéndola de la competencia desleal extranjera e
impulsando de paso el incremento del empleo de colombianas y colombianos; la
preservación del medio ambiente respecto de la explotación minero energética a
gran escala; la recuperación del transporte público y de los servicios públicos
domiciliarios como sectores estratégicos para el desarrollo nacional con
equilibrio y respeto medioambiental; la garantía de la producción nacional de
alimentos para la población colombiana; la reforma agraria que garantice el acceso
a la tierra y su democratización; la redistribución de la riqueza a través de
una estructura progresiva de impuestos a los capitales y a las ganancias de
estos así como gravando el latifundio improductivo; el acceso a vivienda digna;
la instauración de la banca estatal dirigida a apalancar la producción nacional
eliminando el sometimiento de la producción real a la usura privada.
f.
La
garantía de la construcción de la paz.
Es por estas consideraciones, entre
muchas, que mi voto lo depositaré para el Senado de la República por el actual
senador y candidato Jesús Alberto Castilla Salazar y a la Cámara de
Representantes por Risaralda, por la abogada Adriana González Correa; ambos en
las listas del Polo Democrático Alternativo. Es mi invitación para apoyarlos.
Por supuesto, dentro del abanico de fuerzas que he detallado arriba, también
existen fabulosos candidatos. Espero que lleguen a fortalecer las propuestas
comunes, a la unidad en torno a estas y al nuevo proyecto histórico de las
mayorías nacionales.
En próximas entregas, escribiré sobre las
consideraciones que debe tener el programa de gobierno para presidencia de la
República que más nos conviene a los
colombianos y a las colombianas.
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