martes, 22 de diciembre de 2015

Esa Mujer huele a vida

Por. MarioossaM

Esa mujer huele dulce, de una forma sutil. Huele a campo, a fruta, a flores; huele  a vida.

Sus manos son limpias y delineadas, suaves y fuertes, siembran y pintan. Son ágiles como potrillos y contundentes como un cuchillo. Son hermosas y finas, abrazan tímidas y cálidas.

Ella es esbelta y simple, alegre y taciturna. Se mueve con agilidad como si flotara, como si la movieran corrientes de aire con aromas de sandía, de suave chocolate, de panela. Mariposea. Y su mirada se pierde en recuerdos, en pensamientos, en anhelos de otras vidas, en la historia de sus ojos. De repente vuelve a este mundo y de su frente surcada se caen las palabras, se esparcen por el papel como el vino por el vestido. Se vuelven indelebles y secretas. Palabras que no pueden ser leídas por quien no se elige, pensamientos con alma que se van como el agua por el lavadero de lo cotidiano. Mariposea.

Son palabras hermosas, dignas de un libro que abarque a la humanidad, son frases de sangre y de lágrimas para regar la tierra y fecundarla. Son pensamientos arados en el papel por sus manos blancas – hacer fue el destino de las manos y en cada cicatriz cabe la vida, dijo Neruda -.

Yo  vi al agua correr sobre su piel, aferrarse para negar la separación. Y cuando el líquido corría desde el azabache de su cabello, arrastraba a su paso las lágrimas, se pintaba de pinceles en su rostro, de palabras secretas, de pensamientos que corrían a lo largo de su torso y de su cuerpo, para descansar en esos bellos pies, antes de regar la tierra. Yo vi al agua que cantaba. Allí donde cayó, nació una fruta.

Hablamos muchas noches. Y nos acompañaron las estrellas. Era importante hablar, porque había mucho que decir aunque no se usarán las palabras, porque a veces las palabras abren puertas que no pueden cerrarse luego. Sería bueno abrir esas puertas, pero…

Y hablamos, y hablamos, y surgieron silencios, y miradas tímidas o esquivas. Para no abrir esas puertas. Y las puertas a punto de derrumbarse. Y la oscuridad todo lo envolvía, y las estrellas todo lo alumbraban. Y en la penumbra el viento, una tibieza sugerida, una manta, un poco de café compartido. Y hablamos de la vida, del diálogo que sólo se entabla a través de la comida, de Remedios La Bella, de las mariposas amarillas, de Eva Luna y el cosmos, de los aromas de la tierra que ella lleva en su piel. Del zodiaco y de lo que es, de lo que no es, de lo que puede ser. Como luz que ilumina las noches de un largo camino…

Y nos despedimos una y dos veces. Hasta tres. Y los astros se alinearon para una última despedida, silenciosa, tibia, a través del correr sobre la tierra, por caminos de este mundo. Por canciones compartidas. A veces cuando no se puede llevar serenata, entonces esta se silba. Un último abrazo en el espacio tibio, aislado de la bruma fría, de la partida hasta otra ocasión.



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