Por:
Carlos Mario Marín Ossa
@MarioossaM
Este
seis de noviembre, se dan a conocer nuevamente y por cuarta vez, los resultados
del estudio Pereira ¿Cómo vamos? Una iniciativa del sector empresarial y la
academia, sectores que aunque se oculte, en gran medida han participado en el
pasado y en el presente del ascenso de la clase política que hoy “desgobierna”
el departamento y sus municipios con muy pocas excepciones.
Y
aunque los resultados presentados anteriormente muestran una radiografía muy
triste para la región – la cual ha sido imposible de ocultar -, dichos sectores
impulsores del programa continúan vendiendo una imagen de progreso y
positivismo a través de sus procesos y de los medios de comunicación, imagen
que no refleja la realidad que se palpa en las calles y en los campos.
Por
ejemplo, si miramos lo ocurrido el pasado treinta y uno de octubre en Pereira,
podemos decir que vamos mal, muy mal. Hordas de hombres y mujeres se
desplazaban por las calles del centro de la ciudad, se concentraron en parques
como El Lago, La Plaza de Bolívar y Ciudad Victoria, en medio del paroxismo y
la orgía de sentimientos represados, para explotar sin vergüenza en la agresión
a sus conciudadanos, destruir bienes públicos, atacar a la policía que
impotente vio como a uno de sus efectivos un grupo de muchachos le robaba el
arma de dotación y lo golpeaban mientras se amparaban tras el filo de los
machetes, el licor y la droga. Varios robos se efectuaron y el espectáculo de
la sociedad pereirana de los estratos bajos fue bochornoso. La alta sociedad,
se encontraba en sus fincas y clubes en un mundo ajeno al terrenal, planeando
cómo continuar la hegemonía del desmadre.
Entre
tanto, la prensa hace gran despliegue de las aspiraciones políticas “renovadoras”
del cartel de los mismos. Políticos (¿?) investigados, cuestionados por sus
actuaciones pasadas y presentes, se niegan a responder a las preguntas
ciudadanas sobre el destino cierto del erario, sobre la feria del patrimonio
ancestral. Los alcaldes de los dos grandes municipios del departamento, ahora
resultaron con lazos y reconocimientos desde México, reconocimientos a unas
capacidades que claramente no poseen y a unas gestiones que no entendemos por
qué merecen exaltación.
Ad
portas de un nuevo año electoral local, curiosamente la gran mayoría de la
prensa de esta provincia ha desembocado en una andanada de buena imagen de los
mandatarios que hasta hace poco cuestionaban duramente. Escucha uno contar cómo
presuntamente en algunos de estos medios han reunido a los periodistas para
darles la orden de impulsar la imagen de mandatarios. Y curiosamente, algunos
familiares de los “dueños” de los medios están vinculados profesionalmente a
las administraciones bendecidas con la prensa sesgada.
Por
otro lado, el retirado rector de la universidad más importante de la región –
tristemente célebre por sus maniobras para perpetuarse en el alma mater – ahora
funge como candidato a la alcaldía de la capital. Panorama terrible para la
casi inexistente democracia local, para la posibilidad de desarrollo sostenible
en la región y para el rescate de prácticas políticas idóneas. Es mi opinión.
Como
si fuera poco, en todos los círculos de la ciudad, ya se escucha quién será el
nuevo rector de esa universidad emblemática. Ni siquiera se ha surtido el
proceso, pero ya se sabe quién será. Así como antes del nombramiento de
gerentes de las ESE Hospital San Jorge y Salud Pereira, ya sabíamos todos el
nombre de quienes irían a ganar. Era vox populi. Y las “predicciones” han
acertado.
La
red pública hospitalaria se debate en agonía, las carreteras secundarias y
terciarias del departamento sufren los embates del invierno, la improvisación y
la desidia. El nivel de desempleo se muestra con el pecho inflado en niveles de
disminución gradual, pero se esconde la fórmula para calcularlo y se desconoce
que el nivel de informalidad supera el cincuenta por ciento de la población económicamente
activa. Las
demandas ciudadanas como en el caso de los avalúos en Dosquebradas, duermen el
sueño más injusto, en los anaqueles de los tribunales regionales.
Son
muchas más cosas. Que me tilden de pesimista. Pero cerrar los ojos a la realidad
no cambia dicha situación. No me seduce la ilusión de amor general de los
realities, entiendo los métodos de manipulación mediatica y me rebelo contra el
intento de confundir a través de la sobreinformación sin profundidad ni análisis.
Se que soy minoría, pero es mejor saber aunque ello genere angustia.
Risaralda
¿cómo vamos? En las calles se obtiene la respuesta.
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