“La
democracia está pensada para ser un
conjunto
de procedimientos congelados
para
excluir y penalizar”.
-
Vicente
Romano –
“De
algún modo parecía como si la granja
se
hubiera enriquecido sin enriquecer
a
los animales mismos, exceptuando,
naturalmente,
a los cerdos y a los perros”
George
Orwell – Rebelión en la Granja.
(Publicado originalmente en el portal https://elcuartomosquetero.com/la-guerra-por-el-poder-simbolico/amp/?fbclid=IwAR3svsRhJMHLHia9ZU1ULj4on-BYLJWxMligcJ3u5wb32TvohoEhkCLTk_0)
Por
: Carlos Mario Marín Ossa
Como
ya sabemos, el proyecto de despojo que tiene la élite global, se manifiesta a
nivel orbital y se desarrolla localmente – glocalidad para la explotación y
acumulación por despojo -.
Una
de las disputas más encarnizadas de la actualidad, es aquella que se da por el
poder simbólico. Para ello, cumplen un papel fundamental los medios de
comunicación que son propiedad de las élites y aquellos medios denominados
alternativos, que son creados desde las bases de la población, para mostrar
otras realidades diferentes - a las que se nos presentan mediadas a través de
los periodistas, empleados y funcionales de los ricos y poderosos-; enseñarnos
las realidades que nosotros vivimos y que se ajustan a nuestros intereses.
En
el año 2015, desde El Congreso de los Pueblos en el Eje Cafetero planteábamos
que “la clase dominante ha construido tejido social, impulsa valores ligados a
la industria cultural, a nacionalismos precarios y ahistóricos. El papel de la
educación y de los medios de comunicación es fundamental, pues uniforman el
discurso, convirtiendo la voz de los medios en la voz de los poderosos en boca
del Pueblo” [1].
Los
seres humanos actuamos basados en las experiencias, el conocimiento que las
mismas nos entregan y en las ideas que formamos con base en las opiniones que
nos formamos a través de la información que recibimos y acumulamos a través del
proceso mencionado. Las élites saben que si nos entregan dicha información y
experiencias mediadas por sus mandaderos, nos vamos alineando gradualmente a
sus intereses y en contra de los nuestros. Si desde la escuela, a través de la
coacción contra los maestros o desde el diseño de currículos y textos, nos
dicen que la injusticia es justicia,
esa idea se arraigará en nuestra mente y será considerada como una verdad. “Si no reconocemos nuestros
intereses, no entenderemos los nexos sociales más sencillos. No se pueden
reconocer los intereses si se ignoran las posibilidades de uno. Las
posibilidades se conocen gracias a las informaciones. Quienes deciden y
seleccionan las informaciones que configuran nuestra opinión, deciden también
hasta dónde han de llegar nuestras posibilidades. Por eso, deciden con qué
intereses debemos identificarnos” [2].
Después
de la segunda guerra mundial, Estados Unidos de Norte América y sus aliados, se
repartieron el mundo, crearon entidades multilaterales y fortalecieron sus
ejércitos externos e internos. A través del Fondo Monetario Internacional, de
la ONU, del BID, de sus medios de comunicación, entre otros, vendieron la idea
que estas entidades existen para ayudar al mundo “libre”, pero en realidad
existen para garantizar la acumulación de riqueza en sus manos y la
distribución privilegiada para ellos. Los bancos y sus propietarios, también
hacen parte de los símbolos que se han creado para lograr el cometido de
despojo, como cuando “los Rostchild, Baring Brothers y socios, financiaron la
guerra de La triple Alianza contra
Paraguay, el FMI nos enseñó que hay
países ricos y otros destinados a servir a los ricos, que hay quien nace
inteligente y quien nace tonto” [3]. En Colombia, se creó el
UPAC como símbolo de ayuda a la población vulnerable para que adquirieran
vivienda, pero en realidad, servía a los intereses de banqueros como Luis
Carlos Sarmiento Angulo y de los que posteriormente se convertirían en
oligopolio financiero. También tenemos a los partidos políticos como símbolos
del poder de las élites, quienes son las llamadas a decidir por la población,
pues tienen la formación, la experiencia y el derecho.
Las
banderas, los y las dirigentes, sus modales, sus ropas, y más, son símbolos del
deber ser, de lo correcto, de lo ético y moral que debe aceptarse en una
sociedad. La misma verdad es un símbolo – lo que corresponde, es descubrir cuál
verdad nos interesa -. George Orwell, nos cuenta en su libro Homenaje a Cataluña, como durante su
estadía en el Frente de Huesca,
durante su servicio en la huestes antifranquistas en España, la verdad como
símbolo variaba no sólo dependiendo de si la información la difundía el POUM o
el ejército de Franco. Cada cual, iba ganando la guerra. Entre tanto, las
facciones apostadas en los campos de Huesca, pasaban frío, hambre y
aburrimiento. La guerra allí, prácticamente no existía. Nadie ganaba [4].
Pero
la disputa del poder simbólico, no sólo se da de forma binaria entre
explotadores y explotados tradicionales, sino también entre aquellos que hoy
conocemos como alternativos.
En
nuestro país, en los últimos cincuenta años, esta disputa se ha dado fieramente
también entre estos sectores. El ánimo hegemónico, el interés para preservar
privilegios alineados a los de la élite tradicional y la mezquindad por si
misma, han llevado a implosionar procesos unitarios, soportados en falsos
dilemas, en la manipulación de la verdad, en el manoseo de la ética, en el
posicionamiento de líderes tibios, no
polarizantes, pero amigos, familiares o funcionales al régimen.
Si
llegamos a la escena local del último quinquenio, encontramos a quienes nos han
vendido Cámaras de Comercio, Sociedades de Obras Públicas, Entidades de
financiamiento y Clubes Rotarios, que se encargan de impulsar y ejecutar las
decisiones y las obras que necesitamos,
pues son de interés público, pero que realmente benefician el interés privado,
minoritario, por demás.
También
podemos encontrar procesos de manipulación y saboteo de posibilidades
políticas, sociales y electorales, en nombre de la democracia, de la
conveniencia social y de la ética; pero que a la luz de los hechos, de los
documentos y de los registros, han obedecido a veleidades y miserablezas, como
lo ocurrido con el aborto del proceso convergente de 2019 en Pereira y la
consecuente pérdida de la curul del Polo en el Concejo Municipal, todo
orquestado desde el MOIR.
Al
mejor estilo de Rebelión en la Granja, de George Orwell, los animales
rebelados, ante la incapacidad de leer, por ende de comprender y organizarse,
son manejados por los cerdos, que se organizan. Los perros son los esbirros que
cumplen la función de amenazar a quienes pongan en cuestión a los jefes, las ovejas terminan como un coro
que a las órdenes de los jefes,
sabotean cualquier voz que cuestiona. Los gansos se transforman en un escuadrón
que lleva y trae las informaciones sesgadas que ordenan los jefes difundir. Los demás animales, se
convierten en mansos trabajadores de los mañosos dirigentes, y terminan
hundiendo el proyecto emancipatorio de La Granja Animal, cuando los jefes los convencen de cosechar las codiciadas
manzanas y otorgárselas en exclusividad a los cerdos (los jefes), pues estos deben mantener la salud, ya que su trabajo mental
es más desgastante que el de los demás y todo lo que ellos hacen sólo obedece a
la intención magnánima de pensar en el bienestar colectivo. El manifiesto
libertario inicial, termina reducido a un sólo mandamiento: “TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO
ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS” [5].
La
disputa del poder simbólico, se da a la derecha y a la izquierda; y no toma
partido en el centro.
@MarioossaM
[1]
Congreso de los Pueblos. Memorias del Seminario Político Ideológico “Carlos
Alberto Pedraza”. Bogotá, 2015.
[2]
Vicente Romano. La formación de la mentalidad sumisa. Fundación para la
investigación y la cultura. 2002.
[3]
Eduardo Galeano. Las venas abiertas de América Latina. 1970
[4]
George Orwell. Homenaje a
Cataluña. Penguin Random House. 2011.
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