martes, 29 de diciembre de 2015

Perfil

Por. MarioossaM


Porque sus ojos dicen que la vida se vive a diario, porque la sufren bajo el peso de la historia, la disfrutan en el horizonte de los sueños, porque la siembran con el cogollo del plátano, la iluminan con una instalación para el hijo, la lloran ante la visión de la quebrada que se seca, como se evaporan los anhelos juveniles.

Porque sus ojos brillan en medio de la penumbra y le dan vida a la inmensidad oscura.

Porque su rostro lo construyo de lado y de frente. Y la vida aparece en ese lienzo con perspectivas de profundidades varias. Como la tierra a las semillas. Con reflejos del sol, con sus pinceladas sobre el manto eterno del recuerdo de sus rasgos. De una nariz telúrica, equilibrada, abisal. Sólo suya. Sin ella, no sería Ella.

Con labios finos de frente y de lado. Finos y celosos. Guardianes de secretos. Firmes. Custodios de anhelos. Liberadores de verdades. Firmes.  Por ellos fluye el soplo de la vida. Las verdades calladas, las canciones cantadas. El café compartido. La frase inacabada que quedó bebiendo el agua de la primera vez, que se alimentó de curiosidad y de memorias, que se abonó en las charlas y en las noches. Que está lista para cosechar. Por ellos fluye la despedida insuficiente, el nuevo saludo. El Hola que se espera. Nuevamente la vida.

Porque sus manos hermosas y finas, tímidas y cálidas trazan el relieve de las palabras supremas, de las canciones de mujer, de las compras en el mercado, de las historias en la cocina, del plato servido, de los hijos atendidos. Esculpen y eternizan los anhelos de la vida, en el papel que luego se rompe, en el alimento que se ofrece, en la orden señalada, en la tarea que se ayuda, en el abrazo que conforta.

Porque dejan una leve calidez. Leve y mítica. Porque sus brazos son largos y tocan la tierra, y alcanzan hasta siempre.

Porque sus pies son ágiles y blancos. Son una epifanía. Caben en la portada de un libro. Caminan los caminos y abren los senderos. En ellos descansa el agua. Allí donde cayó, nació una fruta.

Y de pie o de rodillas tiene la misma estatura. Y huele dulce. Y es libre aunque esté atada a los quereres. Tan libre que piensa en otros y se compromete. Y se detiene. Y piensa en avanzar. Y es Mujer. Vive y Ve. Camina y Viaja. Y Sueña. Y Piensa y Habla. Y Calla. Y juega al fútbol.

Porque su perfil es la vida. Y es de vida.

Y al amanecer su silueta es el paisaje. Las luces avanzan como un velo sobre su cuerpo. Mientras camina e inicia el día nuevo. Su perfil es de vegetación, que es su mismo Yo. Los quehaceres cotidianos y los sueños desde siempre. Lo que dice y lo que calla.  El agua que cabalga hasta sus pies. El caballo que gusta montar por las veredas. Con el viento. Con los ojos posados en la meta.

Y su vida es grande. Dulce, cálida, fértil, lúbrica, elocuente, simple, maternal, deportiva, comprometida, trascendente, débil, fuerte, triste, cantarina, colosal. Aunque a veces sienta que la “vida se va al agujero, como la mugre en el lavadero. Aunque siempre la vida sea seria y a pesar de ahogarse en la miseria”.

Porque cuando se conoce, no se olvida. Porque guarda la grandeza de la semilla que alimenta, porque su estatura llega al sol y sus manos siembran la tierra. Porque su mirada abarca abismos y su pecho contiene el fuego. Porque su boca libera luces y su piel guarda olores de fruta.


Porque mirada de perfil, completa las constelaciones.

martes, 22 de diciembre de 2015

Esa Mujer huele a vida

Por. MarioossaM

Esa mujer huele dulce, de una forma sutil. Huele a campo, a fruta, a flores; huele  a vida.

Sus manos son limpias y delineadas, suaves y fuertes, siembran y pintan. Son ágiles como potrillos y contundentes como un cuchillo. Son hermosas y finas, abrazan tímidas y cálidas.

Ella es esbelta y simple, alegre y taciturna. Se mueve con agilidad como si flotara, como si la movieran corrientes de aire con aromas de sandía, de suave chocolate, de panela. Mariposea. Y su mirada se pierde en recuerdos, en pensamientos, en anhelos de otras vidas, en la historia de sus ojos. De repente vuelve a este mundo y de su frente surcada se caen las palabras, se esparcen por el papel como el vino por el vestido. Se vuelven indelebles y secretas. Palabras que no pueden ser leídas por quien no se elige, pensamientos con alma que se van como el agua por el lavadero de lo cotidiano. Mariposea.

Son palabras hermosas, dignas de un libro que abarque a la humanidad, son frases de sangre y de lágrimas para regar la tierra y fecundarla. Son pensamientos arados en el papel por sus manos blancas – hacer fue el destino de las manos y en cada cicatriz cabe la vida, dijo Neruda -.

Yo  vi al agua correr sobre su piel, aferrarse para negar la separación. Y cuando el líquido corría desde el azabache de su cabello, arrastraba a su paso las lágrimas, se pintaba de pinceles en su rostro, de palabras secretas, de pensamientos que corrían a lo largo de su torso y de su cuerpo, para descansar en esos bellos pies, antes de regar la tierra. Yo vi al agua que cantaba. Allí donde cayó, nació una fruta.

Hablamos muchas noches. Y nos acompañaron las estrellas. Era importante hablar, porque había mucho que decir aunque no se usarán las palabras, porque a veces las palabras abren puertas que no pueden cerrarse luego. Sería bueno abrir esas puertas, pero…

Y hablamos, y hablamos, y surgieron silencios, y miradas tímidas o esquivas. Para no abrir esas puertas. Y las puertas a punto de derrumbarse. Y la oscuridad todo lo envolvía, y las estrellas todo lo alumbraban. Y en la penumbra el viento, una tibieza sugerida, una manta, un poco de café compartido. Y hablamos de la vida, del diálogo que sólo se entabla a través de la comida, de Remedios La Bella, de las mariposas amarillas, de Eva Luna y el cosmos, de los aromas de la tierra que ella lleva en su piel. Del zodiaco y de lo que es, de lo que no es, de lo que puede ser. Como luz que ilumina las noches de un largo camino…

Y nos despedimos una y dos veces. Hasta tres. Y los astros se alinearon para una última despedida, silenciosa, tibia, a través del correr sobre la tierra, por caminos de este mundo. Por canciones compartidas. A veces cuando no se puede llevar serenata, entonces esta se silba. Un último abrazo en el espacio tibio, aislado de la bruma fría, de la partida hasta otra ocasión.