Por:
Carlos Mario Marín Ossa
@MarioossaM
Un
nuevo capítulo de discusión sobre movilidad en nuestra región, se dio alrededor
del tema Megabús este jueves 05 de marzo de 2015. El evento programado por una
institución denominada Ágora Cívica reunió como panelistas al gerente de Megabús, al procurador
regional, al representante del Instituto Municipal de Tránsito de Pereira, al
representante del Ministerio de Transporte y a los estudiantes miembros de una
veeduría ciudadana; y se desarrolló en el auditorio Jorge Roa Martínez de la
Universidad Tecnológica de Pereira.
Las
presentaciones, por supuesto, con la óptica oficial de quienes impulsaron- impusieron
el sistema de transporte masivo en todo el país y la región, estuvo acorde con
la política de los gobiernos nacionales que siguiendo los lineamientos de
organizaciones internacionales de crédito, ofrecen un sinnúmero de argumentos
falaces para justificar un modelo de transporte que no funciona.
Las
exposiciones de la esfera oficial nos contaron cómo Megabús continúa en
situación calamitosa a pesar de haber presentado mejoría frente a los
acontecimientos del año 2014, en donde disminuyó la movilización de pasajeros
hasta el orden de 80.000 diarios, se presentó la salida de gran parte de la
flota articulada y alimentadora, debido a los graves problemas presentados por
el operador Promasivo S.A. que aún mantiene a los empleados sin salarios de más
de ocho meses y en un limbo social sin precedentes en el sector en Risaralda.
Desde
el Ministerio de Transporte, su representante (una vez más) como otros que han
venido a la región, habló de las buenas intenciones del gobierno nacional para
fortalecer los sistemas de transporte masivo en el país. Una de esas
intenciones, es aumentar el número de viajes realizados en cada una de las
áreas en donde se ha instaurado. De acuerdo a sus palabras, uno de los
propósitos esenciales de dichos sistemas es el desarrollo urbanístico de las
ciudades. Reconocen desde el ministerio que el aumento en la compra de
vehículos automotores, especialmente de motocicletas, ha afectado de forma
contundente el número de usuarios que se han bajado del sistema. Pero de forma
sorprendente, dicho representante estatal atribuyó el acceso a la compra masiva
de motocicletas a un “aumento” de los ingresos y del poder adquisitivo de la
población en general.
Las
conclusiones de la oficialidad es que Megabús se salva a través de la
integración y de la buena voluntad del gobierno nacional en la destinación y el
giro de los recursos financieros necesarios para ello.
Una Realidad
nacional, una realidad local.
Lo
primero que debemos recordar y precisar es que el transporte de pasajeros por
su naturaleza no está diseñado para el ocio, para el paseo o el turismo. El
transporte de pasajeros existe para la movilización de trabajadores hacia la
producción. Es decir, se trata de un sector estratégico de apoyo al sistema
económico de la nación. Por esta razón como ocurre en muchos otros países, el
transporte de pasajeros debería ser operado directamente por el Estado y por
supuesto subsidiado para mejorar las condiciones de los usuarios vía tarifa y
servicio integral.
Existen
realidades nacionales que inciden hoy en la inviabilidad de los sistemas de
transporte masivo de pasajeros, pero que podían operar grandes soluciones:
1.
El modelo de
transporte y su naturaleza. Como ya se dijo, el transporte de pasajeros existe como
apoyo al proceso económico de la nación.
Su operación y administración debe estar en manos del Estado, de forma
tal que este garantice la buena prestación del servicio, que canalice los
subsidios para bienestar de los usuarios/trabajadores disminuyendo la tarifa,
de forma tal que no afecte radicalmente el ingreso de las familias, permita una
fracción de ahorro, la destinación de un mayor porcentaje del ingreso de estas
familias hacia el consumo y en general hacia una mejor dinamización de los
ciclos de consumo. En el caso de Megabús, el municipio de Pereira destina gran
porcentaje de los recaudos de la sobretasa a la gasolina para financiar el
funcionamiento del sistema y ello se dirige a garantizar los ingresos de los
operadores privados, cuando estos impuestos deberían destinarse para aliviar el
costo de la tarifa al usuario y así ayudar a que más ciudadanos utilicen el
sistema.
2.
Políticas económicas
nacionales que se contradicen. En contravía de las buenas intenciones que
hacia los sistemas de transporte de pasajeros (en especial los masivos)
manifiestan Presidentes sucesivos de la República, ministros y sus
representantes; las políticas económicas diseñadas se contradicen entre sí. Por
ejemplo, la apertura de las compuertas para la importación masiva de
motocicletas va en total contravía con los intereses de supervivencia y
viabilidad de estos sistemas. Las motocicletas son entregadas sin cuota
inicial, con precios supremamente económicos y cuotas tan bajas que representan
el 50% de los costos de transporte para una familia de dos personas. Aquí se
desvirtúa el sofisma del representante del Ministerio de Transporte respecto al
aumento generalizado del ingreso de las personas: es precisamente por una disminución
sostenida de los niveles de ingreso de los habitantes del AMCO (desempleo
estructural, desindustrialización, informalidad del 60%, abandono del apoyo al
campo, entre muchos) y por tener la tarifa más cara del país, que compramos
motocicleta y nos bajamos del bus. El
interés de canalizar los subsidios y los dineros públicos para garantizarle
ingresos a operadores privados va en contravía de dirigir esos dineros hacia el
subsidio a la tarifa.
3.
Política nacional de
hidrocarburos le carga la mano a los costos de estos sistemas. La política nacional
de hidrocarburos mantiene precios elevadísimos de los combustibles en un país
productor de petróleo ( y ahora en un panorama de caída de los precios
internacionales del crudo) a través de la imposición artificial de impuestos
que constituyen cerca del 75% del precio. El ACPM también fue inducido a un
crecimiento artificial de su precio de expendio a través de los últimos años,
de acuerdo con estudios de Fendipetróleo, de forma tal que se aparejó con el
precio de la gasolina. Los combustibles tienen un peso relativo muy importante
en la canasta de costos del sistema. Para el caso de Megabús este es cercano al
23%. El gobierno de acuerdo a la buena voluntad que de forma retórica y
contínua manifiesta hacia los sistemas masivos, debería otorgar preciso
diferenciales que alivien la estructura de costos y ayuden a disminuir la
tarifa al usuario. Las excusas reiteradas de los ministros de hacienda y de
minas y energía, es que el precio de los combustibles en Colombia no puede
tocarse ya que afectarían gravemente los ingresos fiscales de la nación. Entre
tanto, las multinacionales de extracción minera en general han recibido generosas
exenciones en el pago de regalías que en algunos casos pasaron del 11% o el 8%
a contribuir sólo con un 2%. Las grandes superficies de comercio reciben
exenciones tributarias de impuestos municipales hasta por 20 años. Todo como
política de “confianza inversionista”. Así las cosas, los colombianos de a pie
debemos pagar el hueco fiscal que se genera por garantizarle a los extranjeros
una vida de opulencia y enriquecimiento.
Pero localmente se
presentan otras realidades que atentan contra la supervivencia de Megabús:
1.
El Área Metropolitana
Centro Occidente está conformada por municipios monocéntricos de pequeña
extensión geográfica.
Por esta razón, la posibilidad marginal de que existan viajes adicionales es
casi inexistente. Uno se desplaza por el área del centro de nuestras ciudades a
pie, debido a las cortas distancias a recorrer.
2.
Áreas poco pobladas
para la necesidad de estos sistemas. La población que habita nuestros tres
municipios (Pereira, Dosquebradas y La Virginia) no alcanza hoy a superar los
800.000 habitantes. Cuando el sistema se obligó a implementarse los habitantes
éramos muchos menos. Por lo tanto no existe gran probabilidad de un potencial
importante y suficiente a transportar para darle viabilidad financiera al
sistema. Si consideramos que desde la entrada de Megabús en operación, este
sólo cubre el 40% de la movilización de pasajeros, que las frecuencias de
espera recurrentemente se alargan, que en ciertas horas se presentan sobrecupos
inhumanos, es fácil prever que no exista mucho interés ciudadano en utilizar
estos buses.
3.
Tarifa diferencial no
aplicada.
La tarifa diferencial para estudiantes, personas de la tercera edad y personas
con movilidad reducida, tampoco se aplica en el AMCO. Ese nicho se pierde
debido a la alta tarifa.
4.
Surgimiento de la
piratería de forma inusitada. Una explicación que desde la alcaldía, del
ente gestor y desde el AMCO se da a la disminución de pasajeros que utilizan a
Megabús, es el incremento de la piratería. Se plantea como causa y no como
efecto. La realidad es que más que por el nivel de la tarifa, es por la
disponibilidad y cobertura del servicio que los habitantes del AMCO han
incrementado el uso del transporte pirata.
En el anterior modelo
de transporte, se realizaba el recorrido en la mayoría de los casos con un solo
pasaje. Los buses y busetas estaban disponibles hasta altas horas de la noche
para ser utilizados por estudiantes y trabajadores. Hoy, a las 9:30 p.m. es
mejor destinar dinero para pagar taxi, pues articulados y alimentadores ya no
se encuentran. Existen populosas zonas de la localidad donde Megabús no llega. Estas
deficiencias las cubren con lujo de detalles los transportadores informales o
piratas como se les conoce.
5. No existe voluntad política regional para encontrar
soluciones para los usuarios. Como los problemas que afrontan tanto Megabús
como los sistemas BRT en Colombia necesitan de decisión política para diseñar y
aplicar políticas consecuentes con la necesidad, y de fondo beneficiar a las
personas que son para las que existe todo el sistema, se deduce que la
inexistencia de soluciones reales es debido a la ausencia de esa voluntad
política. En Risaralda, la clase política que desgobierna, es la misma que
impuso el sistema desde los tiempos del Plan Nacional de Desarrollo 2002-2006
“Hacia un Estado Comunitario”, es la misma que directa o indirectamente tiene
intereses económicos en este sistema, razón por la cual lo impuso cuando las
condiciones locales no exigían el cambio y cuando las directrices de documentos
CONPES no aplicaban para las condiciones del momento. Es fácil entender
entonces, la razón por la cual los representantes políticos de la región no
apuran proyectos o presión para que se planteen políticas desde lo nacional y
desde lo local que alivien la necesidad de las gentes que se transportan por
estos medios.
No existe el
cacareado aumento de los ingresos y del poder adquisitivo que según el
ingeniero Elkin López – delegado del Ministerio de Transporte para este foro – ha
permitido una mayor compra de motocicletas como deseo de tener un capital
familiar o personal. Hay que recordar que si a lo que se refiere el ingeniero
en mención es al aumento de los últimos años en el PIB colombiano, este es un
promedio influenciado y fuertemente sesgado por los ingresos de una clase
económica que deriva altos niveles del mismo en contraposición con los
bajísimos niveles de ingreso de una gran mayoría. Debe recordar el
representante estatal que el PIB correlacionado con un índice Ginni a la
distribución de cerca de 0.58 muestra la gran asimetría en la distribución de
la riqueza. La gran adquisición de motos se explica más por los bajos ingresos,
por el contrasentido de la tarifa más costosa del país (para el caso Megabús) y
por la necesidad por parte de la ciudadanía de movilizarse a un costos
razonable.
No es claro el
panorama para sistemas BRT como Megabús dado que no existe un compromiso real
desde lo nacional para apropiar recursos hacia la integración. Si esta se da,
bajo qué condiciones es factible y si el sistema se opera y administra en un
escenario 100% estatal o en sistema mixto que tenga en cuenta los derechos
económicos de los operadores privados pero conciliando sus ganancias con la
tarifa adecuada a los usuarios, con la destinación de recursos estatales para
mejorar el servicio y no para subsanar las ineficiencias privada y estatal.
Tampoco para satisfacer el apetito de riqueza de pequeños grupos (por el número
de interesados, pues su poder económico es incalculables) desde los local hasta
lo internacional. Hay que tener presente que desde el BID y el Banco Mundial se
recibieron préstamos para impulsar estos sistemas BRT, es decir, Colombia y sus
niveles territoriales asumieron deuda externa como también interna. Esa deuda
la pagamos generaciones de nacionales que debemos trabajar para “honrarla”. Y
esa deuda se utilizó para implantar un modelo de transporte que le otorga
ganancias a un puñado de empresarios privados, de políticos asociados y de
corporaciones extranjeras, que concentró la propiedad en pequeños conglomerados
(tiende hacia el oligopolio) expulsando a cantidades de pequeños propietarios
(acabó con la democracia económica del sector) que en ocasiones terminaron
siendo empleados. Acabó con labores directas e indirectas que giraban en torno
al anterior modelo de transporte (generó desempleo) y ha reducido gradualmente
la participación del sector en la generación de riqueza, al pasar la
participación del PIB transporte respecto del PIB Nacional, de un 4.34% en 1992
a un 4.11% en los últimos años. En momentos en que se plantea con insistencia
una AUDITORÍA NACIONAL A LA DEUDA PÚBLICA, sus usos y los intereses que sirve,
sepamos que los sistemas masivos de transporte que hoy nos han impuesto, son
parte de la estrategia corporativa de la especulación.
La gran pregunta de
la noche (en contraposición a la que planteaba la moderadora de dicho evento y
que no tocaba la esencia del problema) es si ¿Megabús (como los otros sistemas
BRT) ha sido diseñado para servirle al conjunto de la población o simplemente
para servir a los intereses de reducidos grupos de interés económico y
especulatorio?
Saquen sus
conclusiones.
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