@MarioossaM
Foto/ Carlos Mario Marín Ossa |
La generación nacida o criada en Risaralda desde hace diez o quince años, ha crecido viendo como prácticas políticas en el departamento, la negación de la realidad a pesar de lo palpable de la evidencia en el terreno, el atropello de los electos "popularmente" en las corporaciones o desde los cargos administrativos, la pérdida del patrimonio público en manos de gobiernos que nunca responden por sus actuaciones, la toma de decisiones apresuradas (alcaldadas) para revertirlas al día siguiente. Las últimas tres campañas que han visto estas generaciones en sus barrios y veredas han estado cruzadas por la entrega de electrodomésticos, tejas, ladrillos, lechona, licor, dinero y más a cambio de los votos. El mensaje: sea corrupto que así se hace elegir y una vez elegido, hay más para apropiarse.
Los entes de control son cooptados por esa clase política y hemos visto efectivamente el ascenso de un sector del "pueblo" a los puestos públicos, en muchas ocasiones sin perfil para ejercerlos; pero con contadas excepciones, para trabajar con entrega y ética. Lo común es ver a funcionarios oficiales deambulando por los pasillos de las entidades sin mucho trabajo - sin contar con las nóminas paralelas - como común se va volviendo enterarnos de funcionarios que falsean diplomas y calidades académicas para acceder a puestos de alto vuelo regional. Una vez descubiertos, sus jefes (los administradores electos) desestiman la gravedad del caso y los dejan desaparecer en medio de una neblina sutil y descarada.
Ahora se volvió común por parte de las autoridades, desconocer flagrantemente la existencia de organizaciones delincuenciales que atentan contra la seguridad de los habitantes y de la sociedad organizada, aunque además de las denuncias de las organizaciones de derechos humanos, las alertas salen desde la defensoría del pueblo.
Prácticas políticas que ha visto esta generación que crece y posiblemente nos gobierne: Falsifique, aprópiese, desaparezca, desconozca, no escuche al ciudadano contribuyente, apruebe a la madrugada, corrómpase que en Bogotá se cuadran políticamente las sanciones y en cuatro años se vuelve a elegir. Y más.
Los ciudadanos que se quejan por la mala situación del departamento y de lo que le espera a sus hijos, deben pensar seriamente a quienes van a elegir en 2015. Cuánto vale recibir una dádiva y cuánto le costará a toda su familia en los siguientes cuatro años. Recuerden los electores de la ex-alcaldesa Luz Ensueño, cuánto les costó la aprobación del estudio de avalúos catastrales en 2010 y el acuerdo que dio vida al predial en 2011. Recuerden los electores de Juan Manuel Arango lo que costó la escisión de las empresas públicas de Pereira y cómo los Nule y sus amigos han afectado con las tarifas de energía - por ejemplo - el bolsillo de los desempleados habitantes de la perla del Otún.
La calle de la Fundación y sus sobrecostos, la valorización en Pereira, los cuestionamientos a los jarillones en La Virginia, la situación de tercerización laboral en la red pública hospitalaria departamental, la desindustrialización progresiva, la informalidad creciente, la instalación de grandes superficies foráneas que pagan salarios paupérrimos pero no pagan impuestos como la empresa nacional, y muchísimo más, es el legado de los gobernantes de las últimas décadas.
Esperamos una campaña electoral digna en 2015, en donde los protagonistas no sean los atentados al estilo mafioso en las fincas de los candidatos, o los debates en donde se sacan los trapos al sol porque todos tienen deudas, pero nunca aparecen las propuestas y los análisis serios. Ojalá los candidatos asistan a los debates porque tienen capacidad intelectual y conocen el territorio en lugar de esconderse en la ausencia de los mismos, ya que su fortaleza es una chequera abultada. Ojalá que los nuevos amigos mexicanos que otorgan reconocimientos internacionales a burgomaestres locales, no influyan mucho en nuestro discurrir político futuro.
Ojalá que aparezcan periodistas que se atrevan a poner por encima la dignidad y filosofía de su profesión por encima del estómago o los amiguismos. Ojalá la clase empresarial haga el mea culpa por haber llevado a estos "políticos" al poder mientras convino y ahora que ya ni su poder económico ni su pedigree se respeta en los entes estatales, recapaciten sobre el verdadero oficio de la política como visión de Estado (con el pueblo incluído).
Apoyemos a quienes ejercen prácticas políticas serias y comprometidas con la sociedad en general y no sólo con un reducto de amigos.