martes, 4 de octubre de 2016

La Insoportable liviandad del ser colombiano

Por: @MarioossaM

El resultado de las votaciones de este 02 de octubre de 2016, en el plebiscito, en el cuál se preguntaba al pueblo colombiano si apoyaba lo acordado entre la insurgencia armada de las FARC-EP y el Estado colombiano en la cabeza del presidente Juan Manuel Santos Calderón, nos muestra una realidad política que existe y no puede negarse.

El NO ganó por un estrecho margen porcentual que se asemeja más a un empate técnico. Y ello nos muestra que la polarización del país entre las gentes que deciden participar de forma informada o no, de forma manipulada o no, es total. Un 62,57% que los toca quiéranlo o no.



I.              La fractura en el bloque hegemónico

Queda en evidencia algo que ya habíamos advertido, y es que la élite económica del país, su oligarquía, tiene una división en su seno que responde a varias causas de corte protagonista, de disputa de intereses muy específicos y de posición frente a la verdad histórica y ante la posibilidad que allí se deriva, de enfrentar a la de la población apta para votar fue una vez más, indolente ante un momento histórico justicia internacional en algún momento. Pero en el grueso de su política piensan y proceden igual. Veamos:

1.    El inicio de las negociaciones se da cuando Santos asume la presidencia, pero excluye de las mismas al sector terrateniente y de la burguesía emergente que representan Álvaro Uribe Vélez, Alejandro Ordóñez, Fedegán y otros alfiles del Centro Democrático y del Conservatismo. El protagonista ante la historia ya no sería el caudillo de la seguridad democrática. Y dicho protagonismo se encumbra por encima del ego innegable del “Gran Colombiano” para llegar a un punto mucho más álgido, y que es la posibilidad de escribir la nueva historia de la nación desde la perspectiva de los protagonistas, introducir una matriz histórica a la medida de sus intereses, en el imaginario de las futuras generaciones. No es algo de poco calado.

2.    La actualización del catastro rural, la consecuente identificación de los propietarios de la tierra concentrada, el pago de impuestos resultante de dicha realidad, la recuperación de tierras baldías apropiadas ilegalmente, o adquiridas por métodos violentos y siniestros, ponen en contraposición a los acuerdos a ese sector que no fue convocado desde el inicio a las negociaciones.

3.    El contenido de los acuerdos, particularmente en los puntos de Reforma Rural Integral (RRI), Participación Política y en el Marco de Justicia Especial, amenaza a ese sector de la oligarquía que tiene en su poder la concentración de la tierra, con develar la forma como la misma fue adquirida, los métodos utilizados, la perversión que se dio en la institucionalidad para lograrlo, la sangre que corrió para que ello se consolidara, la evasión sistemática que durante décadas se ha hecho del pago de impuestos acordes con las riquezas que representan los millones de hectáreas en pocas manos, los desplazados que fueron necesarios para consolidar tal poder. Es así, que la participación política de una insurgencia que se transforma de las armas a la disputa parlamentaria y administrativa, luce como una amenaza cierta para develar dicha verdad histórica y para que la misma sea materia de interés de la justicia en un futuro. Incluye a la justicia internacional.

II.            La manipulación descarada y la mentira aleve como determinación de utilizar todas las formas de lucha.

Los “promotores del NO” como salió en los titulares de noticieros, no escatimaron esfuerzos para manipular y mentir respecto del contenido, interpretación e intención del documento que contiene los acuerdos.

Utilizaron las figuras de deportistas y artistas nacionales para mostrar mensajes contra el proceso, que los mismos no habían manifestado. Falsearon las cifras contenidas en el texto de los acuerdos para plantar el miedo en las gentes respecto de la contribución económica que a cada colombiano nos tocaría pagar para la implementación del post acuerdo. Dijeron que a cada reintegrado le pagarían un millón ochocientos mil pesos mensuales, información desvirtuada posteriormente al conocerse que la asignación sólo sería equivalente al 90% del salario mínimo y sólo durante dos años. Asignación que se utilizaría para que iniciaran un plan de vida en el retorno a la civilidad.

Dijeron que los reinsertados cambiarían la constitución y conducirían a Colombia hacia el castrochavismo, cuando con las curules que pudiesen alcanzar - diez de las cuales sólo serán por dos períodos parlamentarios, con voz pero sin voto – es imposible lograr aprobar leyes y menos aún realizar cambios constitucionales.

Otro engaño que fue acogido por los desinformados y por los apáticos, versó sobre el señalamiento de que se impulsaría una reforma tributaria para pagar el monto necesario para implementar los acuerdos. La realidad es que el fondo para ese cometido surge de los aportes de la comunidad internacional como los Estados Unidos, la Unión Europea y otros países garantes y acompañantes. Lo que correspondiera a los dineros del fisco nacional, sería un monto ínfimo, mucho más teniendo en cuenta los ahorros en momentos de afrontar una guerra menos. La reforma tributaria irá de cualquier modo, pues es la consecuencia de haber adoptado una política de extractivismo minero energético que ahora no cuenta con altos precios del galón de petróleo y otros minerales. Adicional a ello, el pago de las importaciones desbordadas, muchas de ellas de productos agrícolas que antes producíamos, se pagan ahora con un dólar revaluado. Allí está el déficit fiscal.

Algunos promotores del No amenazaron con tomar las armas si ganaba el SI.

Desde ese sector se impulsó una campaña de miedo que caló en las mentes y en los corazones de quienes no se dignaron siquiera a leer unas cuantas hojas de los acuerdos. Y a fe que les dio resultado.

El miedo y el prejuicio son aún pilares de la política en nuestro país.

III.           Las jerarquías religiosas defendieron sus nichos de poder sacrificando los intereses de toda la población.

Las ideologías dogmáticas y religiosas reaccionaron con virulencia ante la posibilidad de que se abra un espacio en nuestra restringida democracia, para pensamientos alternos que cuestionen de forma directa o indirecta las prebendas que tienen y que las han mantenido como aliadas del bloque dominante, así como las inmensas riquezas obtenidas en la connivencia con la violencia y el despojo de nuestro conflicto, o en la omisión frente a los hechos.

Apelaron entonces a los errores (¿errores?) de un gobierno que improvisó políticas y el impulso final del acuerdo. Echaron mano del discurso de género, cuando en su seno cohabitan con esa realidad desde hace siglos.

Dichas jerarquías en el final de la campaña hacia el plebiscito, se comportaron al mejor estilo del relato bíblico para no comprometerse ante la gente que las sostienen, y se lavaron las manos igual que Pilatos.

Reacción religiosa ante políticas de género que fueron aprovechadas por los promotores del No,
 para mezclar la situación con los contenidos de los acuerdos.


IV.          Los poderes armados que desde la oficialidad se niegan, hicieron uso de su fuerza.

Cuando analizamos las regiones en donde el NO ganó, se puede observar que son regiones en donde hacen presencia activa organizaciones armadas que la oficialidad niega que existan. Los paramilitares y las bandas narcotraficantes en muchos de esos territorios pudieron influir en contra de los acuerdos, pues dentro del contenido de los mismos existe un compromiso de erradicar el narcotráfico y con ello cualquier proceso de lavado de activos relacionado.

De hecho, se conocen informaciones de territorios en donde dichas organizaciones prohibieron a los habitantes votar SI. Algunos de los argumentos que también dieron en los territorios bajo su dominio, fue que ante la desmovilización de insurgentes, estos llegarían a los territorios para manejar las ollas y ello generaría enfrentamientos y muertes por el control de dichos espacios.

La fundación Paz Y Reconciliación en sus estudios muestra como 281 municipios tienen presencia permanente de las insurgencias armadas, 300 municipios tienen presencia de grupos surgidos de la desmovilización paramilitar, los cuales regulan las economías formales e ilegales. Es entendible entonces la presión que se ha reflejado en los resultados de este 02 de octubre.


Muestra del formulario E14 en un puesto de votación en Pereira. En todas las mesas ganó el NO. En dicho territorio tienen preponderancia actores armados relacionados con el narcotráfico y otras economías ilegales.


En algunos municipios en donde es conocida o cuestionada la relación de las administraciones con organizaciones paramilitares, a pesar de una campaña cosmética a favor del SI, terminó ganando el NO.

V.           La desconexión entre los habitantes del campo y los habitantes de la ciudad.

Al mirar el mapa de los resultados de la votación en este plebiscito, se observa que las regiones que más han sufrido el conflicto, votaron SI. Los grandes centros urbanos, los cuales no han visto la guerra de frente, votaron NO. El mapa del NO se concentra en la zona andina, en donde vive la mayor parte de la población, en donde se produce el grueso del PIB. Es un territorio por donde se mueve la economía en mayor proporción, pero también por donde se mueve el producto de las economías ilegales incluido el narcotráfico. En donde se lava el dinero de las actividades ilegales. Coincide además el mapa con el ascenso político de la ultraderecha.

Las pocas gentes que decidieron el futuro de los acuerdos y que dejan en incertidumbre su futuro, no han vivido la guerra en los campos o ya no los recuerdan. Son personas que en su mayoría no conocen la historia de esta nación, pero peor aún: no les interesa.
Critican las condiciones de la vida cotidiana, pero aceptan con la cabeza baja las condiciones económicas, sociales y políticas que les imponen los patrones desde hace 206 años.

Son personas que visitan los centros comerciales aunque no puedan comprar nada allí, pero que no visitan los campos ni conocen su realidad. No les interesa la suerte del campesinado, ni de la soberanía alimentaria, ni de la seguridad alimentaria. Es más, no conocen los conceptos.

La ciudad depende del campo, pero no se entiende.

Mapa de la votación por el SI y por el NO. El color verde muestra donde ganó el SI.


VI.          ¿El Harakiri del gobierno?

En muchas ocasiones parecía que el mayor enemigo de los acuerdos era el propio gobierno  que los impulsaba.

Las salidas en falso del mismo presidente fueron frecuentes y entregaban argumentos a los detractores de forma permanente. No hubo una estrategia comunicativa clara ni efectiva que calara en las mentes de la población. Casi se diría que la misma fue inexistente, contrario a lo que ocurrió con la campaña del NO.

Los medios de comunicación tradicionales, tan proclives hacia el oficialismo, esta vez jugaron un papel de oposición permanente. Ello es muestra clara que los intereses de sus dueños no van precisamente con el interés planteado en los acuerdos de forma explícita o tácita. El gobierno actual no tiene control sobre los mismos. Ellos obedecen a los dictados de la tendencia ultraconservadora de la oligarquía nacional e internacional.
Las política y las decisiones asumidas por ejemplo desde el ministerio de educación y su ministra Gina Parody, en temas de género, fueron totalmente desacertadas en un momento difícil y le entregaron a los enemigos del proceso la posibilidad de alborotar los prejuicios, la homofobia y el chip godo de la nación. Desde allí surgió un movimiento retardatario y medieval que unificó a los fundamentalistas y que recibió la bendición vergonzante de las diversas iglesias.

En ciertos territorios, las poblaciones se quejaron del abandono del presente gobierno en materia social y el incumplimiento sistemático de las promesas. Los funcionarios públicos encargados de representar al gobierno en estos temas fueron enemigos fundamentales ante las comunidades.

Al encargar el actual gobierno la comunicación y la incipiente pedagogía del SI, a funcionarios que en las regiones tienen grandes cuestionamientos por asuntos de corrupción, se hizo en harakiri territorial.

Con el afán de tramitar una reforma tributaria antes de finalizar el año, la misma que es la consecuencia de las decisiones erradas de este y los gobiernos anteriores en materia de modelo económico, se improvisó una campaña hacia el plebiscito que en menos de dos meses resultaba virtualmente imposible para explicar de forma adecuada el contenido de los acuerdos y la conveniencia de los mismos.

Hilando delgado, surge la pregunta sobre si todos estos errores realmente lo fueron o se trata de una estratagema de las oligarquías para montar una pantomima en la que se manipuló una vez más al pueblo y a la propia insurgencia negociadora para obtener un resultado que lleve a modificar los acuerdos de forma tal que se restrinja de forma más contundente la posibilidad del campo social y popular, de su accionar en los tiempos de los post acuerdos. La leyes de ZIDRES, el Código de Policía y de Convivencia Ciudadana muestran que la voluntad de la élite no es facilitar los tiempos futuros.

El papel del vicepresidente Vargas Lleras más que ambiguo, fue contrario al interés de las propias negociaciones. Su partido Cambio Radical obró en consecuencia.


VII.         El nuevo panorama político de cara al futuro de los acuerdos.

De forma clara, nuevamente la figura del hoy senador Uribe retoma protagonismo a expensas de la debilidad política de Santos.  Uribe parece ser el determinador desde la facción oligárquica que representa. Pero siendo influyente en las mentes que domina, es realmente un vocero de las élites terratenientes, emergentes y de otras internacionales. Una vez obtenido el triunfo del No, que millones de colombianos celebraron como el triunfo de una decisión propia, ahora el caudillo de la guerra se ha abrogado la representación nacional de esa masa y una vez fastidiado el momento histórico que pudo abrir las puertas hacia un freno del baño de sangre pobre, propone como una idea innovadora y llena de sabiduría lo que ya se encontraba pactado en los acuerdos. Los verdaderos enemigos de la paz, los más peligrosos no han dado la cara. No los conoce aún el país.

Las FARC-EP quedan en una posición difícil, pues se les plantea como opción renegociar unos acuerdos en donde ya habían cedido lo que hace algunos años parecía impensable. La figura del presidente que negoció con ellos no tiene fuerza ante el país. Es al menos lo que parece, si no hemos sido víctimas de una pantomima de las élites para apretar más los acuerdos. Estos fundamentalmente contemplan poner en desarrollo asuntos que ya se encuentran en la Constitución del 1991.

Los terratenientes y otras fuerzas que tienen concentrada la tierra, blindarán las posibilidades de responder por la forma como las adquirieron. Buscarán cambios en materia de justicia transicional que puedan llevarlos a responder en el futuro. La participación política de las minorías, tal como se encuentran en los actuales textos puede sufrir más restricciones. El accionar de los movimientos sociales y populares puede sufrir a su vez más limitaciones. Es previsible un ascenso de los intereses de la ultraderecha en la renegociación de los acuerdos, pues no sería lógico que la nueva correlación de fuerzas de los promotores del NO, sea desaprovechada para realizar los cambios y blindajes acordes a sus intereses.

El gran acuerdo nacional al que convocan los ganadores del NO y el propio presidente debe incluir al movimiento social y a la insurgencia que negocia. De lo contrario será de nuevo un acuerdo entre los mismos de siempre. Según se de este, así será el futuro que nos espera.

Las gentes que votaron en contra de la refrendación de los acuerdos, en su mayoría desinformadas, manipuladas y presas de estereotipos y fundamentalismos, nos muestran un país incapaz de decidir su destino sobre la base de la racionalidad, y entregan de nuevo las decisiones trascendentales a otros tanto en el interior de las fronteras como afuera de ellas. La patria boba no ha terminado. De nuevo el país político queda en la decisión de las dos mismas facciones de la oligarquía y de sus enviados.

La juventud organizada debe avanzar para defender su futuro, porque las generaciones que los han antecedido están presas en la mezquindad, el odio y el fundamentalismo. Deben organizarse y convertirse en un factor real de presión que reclame su espacio preciso y determinante en términos de poder.

Las salidas que se vislumbran ante el fracaso de la refrendación de los acuerdos en el plebiscito, son el llamado a una Asamblea Constituyente en donde se incluyan posiblemente nuevos temas, pero en donde los sectores más retardatarios de la nación han mostrado tener la fuerza para imponer mayorías. Otra posibilidad puede ser el trámite parlamentario de las temáticas contenidas en el texto de los acuerdos, pero que ante la polarización actual, tal vez el congreso no esté dispuesto a hacerlo teniendo en cuenta la cercanía de la campaña de 2018.

Lo único que queda claro es que al espectro de los movimientos sociales, políticos alternativos y populares, nos resta continuar la movilización, la protesta, la cualificación política; para buscar los cambios que conduzcan hacia un país más digno. Es más necesario que nunca buscar la unidad en un movimiento político que lleve a un gran diálogo nacional, que constituya una fuerza más uniforme para disputar el poder. Queda demostrado que los ricos no entregan nada de forma voluntaria. No es suficiente el diálogo entre intereses opuestos. Se trata de un asunto de disputa del poder.