El resultado de las
votaciones de este 02 de octubre de 2016, en el plebiscito, en el cuál se
preguntaba al pueblo colombiano si apoyaba lo acordado entre la insurgencia
armada de las FARC-EP y el Estado colombiano en la cabeza del presidente Juan
Manuel Santos Calderón, nos muestra una realidad política que existe y no puede
negarse.
El NO ganó por un
estrecho margen porcentual que se asemeja más a un empate técnico. Y ello nos
muestra que la polarización del país entre las gentes que deciden participar de
forma informada o no, de forma manipulada o no, es total. Un 62,57% que los
toca quiéranlo o no.
I.
La fractura en el
bloque hegemónico
Queda en evidencia
algo que ya habíamos advertido, y es que la élite económica del país, su
oligarquía, tiene una división en su seno que responde a varias causas de corte
protagonista, de disputa de intereses muy específicos y de posición frente a la
verdad histórica y ante la posibilidad que allí se deriva, de enfrentar a la de
la población apta para votar fue una vez más, indolente ante un momento
histórico justicia internacional en algún momento. Pero en el grueso de su
política piensan y proceden igual. Veamos:
1.
El
inicio de las negociaciones se da cuando Santos asume la presidencia, pero
excluye de las mismas al sector terrateniente y de la burguesía emergente que
representan Álvaro Uribe Vélez, Alejandro Ordóñez, Fedegán y otros alfiles del
Centro Democrático y del Conservatismo. El protagonista ante la historia ya no
sería el caudillo de la seguridad democrática. Y dicho protagonismo se encumbra
por encima del ego innegable del “Gran Colombiano” para llegar a un punto mucho
más álgido, y que es la posibilidad de escribir la nueva historia de la nación
desde la perspectiva de los protagonistas, introducir una matriz histórica a la
medida de sus intereses, en el imaginario de las futuras generaciones. No es
algo de poco calado.
2.
La
actualización del catastro rural, la consecuente identificación de los
propietarios de la tierra concentrada, el pago de impuestos resultante de dicha
realidad, la recuperación de tierras baldías apropiadas ilegalmente, o
adquiridas por métodos violentos y siniestros, ponen en contraposición a los
acuerdos a ese sector que no fue convocado desde el inicio a las negociaciones.
3.
El
contenido de los acuerdos, particularmente en los puntos de Reforma Rural
Integral (RRI), Participación Política y en el Marco de Justicia Especial,
amenaza a ese sector de la oligarquía que tiene en su poder la concentración de
la tierra, con develar la forma como la misma fue adquirida, los métodos
utilizados, la perversión que se dio en la institucionalidad para lograrlo, la
sangre que corrió para que ello se consolidara, la evasión sistemática que
durante décadas se ha hecho del pago de impuestos acordes con las riquezas que
representan los millones de hectáreas en pocas manos, los desplazados que
fueron necesarios para consolidar tal poder. Es así, que la participación
política de una insurgencia que se transforma de las armas a la disputa
parlamentaria y administrativa, luce como una amenaza cierta para develar dicha
verdad histórica y para que la misma sea materia de interés de la justicia en
un futuro. Incluye a la justicia internacional.
II.
La manipulación
descarada y la mentira aleve como determinación de utilizar todas las formas de
lucha.
Los
“promotores del NO” como salió en los titulares de noticieros, no escatimaron
esfuerzos para manipular y mentir respecto del contenido, interpretación e
intención del documento que contiene los acuerdos.
Utilizaron
las figuras de deportistas y artistas nacionales para mostrar mensajes contra
el proceso, que los mismos no habían manifestado. Falsearon las cifras
contenidas en el texto de los acuerdos para plantar el miedo en las gentes
respecto de la contribución económica que a cada colombiano nos tocaría pagar
para la implementación del post acuerdo. Dijeron que a cada reintegrado le
pagarían un millón ochocientos mil pesos mensuales, información desvirtuada
posteriormente al conocerse que la asignación sólo sería equivalente al 90% del
salario mínimo y sólo durante dos años. Asignación que se utilizaría para que
iniciaran un plan de vida en el retorno a la civilidad.
Dijeron
que los reinsertados cambiarían la constitución y conducirían a Colombia hacia
el castrochavismo, cuando con las curules que pudiesen alcanzar - diez de las
cuales sólo serán por dos períodos parlamentarios, con voz pero sin voto – es
imposible lograr aprobar leyes y menos aún realizar cambios constitucionales.
Otro
engaño que fue acogido por los desinformados y por los apáticos, versó sobre el
señalamiento de que se impulsaría una reforma tributaria para pagar el monto
necesario para implementar los acuerdos. La realidad es que el fondo para ese
cometido surge de los aportes de la comunidad internacional como los Estados
Unidos, la Unión Europea y otros países garantes y acompañantes. Lo que
correspondiera a los dineros del fisco nacional, sería un monto ínfimo, mucho
más teniendo en cuenta los ahorros en momentos de afrontar una guerra menos. La
reforma tributaria irá de cualquier modo, pues es la consecuencia de haber
adoptado una política de extractivismo minero energético que ahora no cuenta
con altos precios del galón de petróleo y otros minerales. Adicional a ello, el
pago de las importaciones desbordadas, muchas de ellas de productos agrícolas
que antes producíamos, se pagan ahora con un dólar revaluado. Allí está el
déficit fiscal.
Algunos
promotores del No amenazaron con tomar las armas si ganaba el SI.
Desde
ese sector se impulsó una campaña de miedo que caló en las mentes y en los
corazones de quienes no se dignaron siquiera a leer unas cuantas hojas de los
acuerdos. Y a fe que les dio resultado.
El
miedo y el prejuicio son aún pilares de la política en nuestro país.
III.
Las jerarquías
religiosas defendieron sus nichos de poder sacrificando los intereses de toda
la población.
Las
ideologías dogmáticas y religiosas reaccionaron con virulencia ante la
posibilidad de que se abra un espacio en nuestra restringida democracia, para
pensamientos alternos que cuestionen de forma directa o indirecta las prebendas
que tienen y que las han mantenido como aliadas del bloque dominante, así como
las inmensas riquezas obtenidas en la connivencia con la violencia y el despojo
de nuestro conflicto, o en la omisión frente a los hechos.
Apelaron
entonces a los errores (¿errores?) de un gobierno que improvisó políticas y el
impulso final del acuerdo. Echaron mano del discurso de género, cuando en su
seno cohabitan con esa realidad desde hace siglos.
Dichas
jerarquías en el final de la campaña hacia el plebiscito, se comportaron al
mejor estilo del relato bíblico para no comprometerse ante la gente que las
sostienen, y se lavaron las manos igual que Pilatos.
Reacción religiosa ante políticas de género que fueron aprovechadas por los promotores del No, para mezclar la situación con los contenidos de los acuerdos. |
IV.
Los poderes armados
que desde la oficialidad se niegan, hicieron uso de su fuerza.
Cuando
analizamos las regiones en donde el NO ganó, se puede observar que son regiones
en donde hacen presencia activa organizaciones armadas que la oficialidad niega
que existan. Los paramilitares y las bandas narcotraficantes en muchos de esos
territorios pudieron influir en contra de los acuerdos, pues dentro del
contenido de los mismos existe un compromiso de erradicar el narcotráfico y con
ello cualquier proceso de lavado de activos relacionado.
De
hecho, se conocen informaciones de territorios en donde dichas organizaciones
prohibieron a los habitantes votar SI. Algunos de los argumentos que también
dieron en los territorios bajo su dominio, fue que ante la desmovilización de
insurgentes, estos llegarían a los territorios para manejar las ollas y ello
generaría enfrentamientos y muertes por el control de dichos espacios.
La
fundación Paz Y Reconciliación en sus estudios muestra como 281 municipios
tienen presencia permanente de las insurgencias armadas, 300 municipios tienen
presencia de grupos surgidos de la desmovilización paramilitar, los cuales
regulan las economías formales e ilegales. Es entendible entonces la presión
que se ha reflejado en los resultados de este 02 de octubre.
Muestra del
formulario E14 en un puesto de votación en Pereira. En todas las mesas ganó el
NO. En dicho territorio tienen preponderancia actores armados relacionados con
el narcotráfico y otras economías ilegales.
En algunos municipios
en donde es conocida o cuestionada la relación de las administraciones con
organizaciones paramilitares, a pesar de una campaña cosmética a favor del SI,
terminó ganando el NO.
V.
La desconexión entre
los habitantes del campo y los habitantes de la ciudad.
Al
mirar el mapa de los resultados de la votación en este plebiscito, se observa
que las regiones que más han sufrido el conflicto, votaron SI. Los grandes
centros urbanos, los cuales no han visto la guerra de frente, votaron NO. El
mapa del NO se concentra en la zona andina, en donde vive la mayor parte de la
población, en donde se produce el grueso del PIB. Es un territorio por donde se
mueve la economía en mayor proporción, pero también por donde se mueve el
producto de las economías ilegales incluido el narcotráfico. En donde se lava
el dinero de las actividades ilegales. Coincide además el mapa con el ascenso
político de la ultraderecha.
Las
pocas gentes que decidieron el futuro de los acuerdos y que dejan en
incertidumbre su futuro, no han vivido la guerra en los campos o ya no los
recuerdan. Son personas que en su mayoría no conocen la historia de esta
nación, pero peor aún: no les interesa.
Critican
las condiciones de la vida cotidiana, pero aceptan con la cabeza baja las
condiciones económicas, sociales y políticas que les imponen los patrones desde
hace 206 años.
Son
personas que visitan los centros comerciales aunque no puedan comprar nada
allí, pero que no visitan los campos ni conocen su realidad. No les interesa la
suerte del campesinado, ni de la soberanía alimentaria, ni de la seguridad
alimentaria. Es más, no conocen los conceptos.
Mapa de la votación por el SI y por el NO. El color verde muestra donde ganó el SI. |
VI.
¿El Harakiri del
gobierno?
En
muchas ocasiones parecía que el mayor enemigo de los acuerdos era el propio gobierno que los impulsaba.
Los
medios de comunicación tradicionales, tan proclives hacia el oficialismo, esta
vez jugaron un papel de oposición permanente. Ello es muestra clara que los
intereses de sus dueños no van precisamente con el interés planteado en los
acuerdos de forma explícita o tácita. El gobierno actual no tiene control sobre
los mismos. Ellos obedecen a los dictados de la tendencia ultraconservadora de
la oligarquía nacional e internacional.
Las
política y las decisiones asumidas por ejemplo desde el ministerio de educación
y su ministra Gina Parody, en temas de género, fueron totalmente desacertadas
en un momento difícil y le entregaron a los enemigos del proceso la posibilidad
de alborotar los prejuicios, la homofobia y el chip godo de la nación. Desde
allí surgió un movimiento retardatario y medieval que unificó a los
fundamentalistas y que recibió la bendición vergonzante de las diversas
iglesias.
En
ciertos territorios, las poblaciones se quejaron del abandono del presente
gobierno en materia social y el incumplimiento sistemático de las promesas. Los
funcionarios públicos encargados de representar al gobierno en estos temas
fueron enemigos fundamentales ante las comunidades.
Al encargar
el actual gobierno la comunicación y la incipiente pedagogía del SI, a
funcionarios que en las regiones tienen grandes cuestionamientos por asuntos de
corrupción, se hizo en harakiri territorial.
Con el
afán de tramitar una reforma tributaria antes de finalizar el año, la misma que
es la consecuencia de las decisiones erradas de este y los gobiernos anteriores
en materia de modelo económico, se improvisó una campaña hacia el plebiscito
que en menos de dos meses resultaba virtualmente imposible para explicar de
forma adecuada el contenido de los acuerdos y la conveniencia de los mismos.
Hilando
delgado, surge la pregunta sobre si todos estos errores realmente lo fueron o
se trata de una estratagema de las oligarquías para montar una pantomima en la
que se manipuló una vez más al pueblo y a la propia insurgencia negociadora
para obtener un resultado que lleve a modificar los acuerdos de forma tal que
se restrinja de forma más contundente la posibilidad del campo social y popular,
de su accionar en los tiempos de los post acuerdos. La leyes de ZIDRES, el Código
de Policía y de Convivencia Ciudadana muestran que la voluntad de la élite no
es facilitar los tiempos futuros.
El
papel del vicepresidente Vargas Lleras más que ambiguo, fue contrario al
interés de las propias negociaciones. Su partido Cambio Radical obró en consecuencia.
VII.
El nuevo panorama
político de cara al futuro de los acuerdos.
De
forma clara, nuevamente la figura del hoy senador Uribe retoma protagonismo a
expensas de la debilidad política de Santos.
Uribe parece ser el determinador desde la facción oligárquica que
representa. Pero siendo influyente en las mentes que domina, es realmente un
vocero de las élites terratenientes, emergentes y de otras internacionales. Una
vez obtenido el triunfo del No, que millones de colombianos celebraron como el
triunfo de una decisión propia, ahora el caudillo de la guerra se ha abrogado
la representación nacional de esa masa y una vez fastidiado el momento
histórico que pudo abrir las puertas hacia un freno del baño de sangre pobre,
propone como una idea innovadora y llena de sabiduría lo que ya se encontraba
pactado en los acuerdos. Los verdaderos enemigos de la paz, los más peligrosos
no han dado la cara. No los conoce aún el país.
Las
FARC-EP quedan en una posición difícil, pues se les plantea como opción
renegociar unos acuerdos en donde ya habían cedido lo que hace algunos años
parecía impensable. La figura del presidente que negoció con ellos no tiene
fuerza ante el país. Es al menos lo que parece, si no hemos sido víctimas de
una pantomima de las élites para apretar más los acuerdos. Estos
fundamentalmente contemplan poner en desarrollo asuntos que ya se encuentran en
la Constitución del 1991.
Los
terratenientes y otras fuerzas que tienen concentrada la tierra, blindarán las
posibilidades de responder por la forma como las adquirieron. Buscarán cambios
en materia de justicia transicional que puedan llevarlos a responder en el
futuro. La participación política de las minorías, tal como se encuentran en
los actuales textos puede sufrir más restricciones. El accionar de los
movimientos sociales y populares puede sufrir a su vez más limitaciones. Es
previsible un ascenso de los intereses de la ultraderecha en la renegociación
de los acuerdos, pues no sería lógico que la nueva correlación de fuerzas de
los promotores del NO, sea desaprovechada para realizar los cambios y blindajes
acordes a sus intereses.
El gran
acuerdo nacional al que convocan los ganadores del NO y el propio presidente
debe incluir al movimiento social y a la insurgencia que negocia. De lo
contrario será de nuevo un acuerdo entre los mismos de siempre. Según se de
este, así será el futuro que nos espera.
Las
gentes que votaron en contra de la refrendación de los acuerdos, en su mayoría
desinformadas, manipuladas y presas de estereotipos y fundamentalismos, nos
muestran un país incapaz de decidir su destino sobre la base de la racionalidad,
y entregan de nuevo las decisiones trascendentales a otros tanto en el interior
de las fronteras como afuera de ellas. La patria boba no ha terminado. De nuevo
el país político queda en la decisión de las dos mismas facciones de la
oligarquía y de sus enviados.
Las
salidas que se vislumbran ante el fracaso de la refrendación de los acuerdos en
el plebiscito, son el llamado a una Asamblea Constituyente en donde se incluyan
posiblemente nuevos temas, pero en donde los sectores más retardatarios de la
nación han mostrado tener la fuerza para imponer mayorías. Otra posibilidad
puede ser el trámite parlamentario de las temáticas contenidas en el texto de
los acuerdos, pero que ante la polarización actual, tal vez el congreso no esté
dispuesto a hacerlo teniendo en cuenta la cercanía de la campaña de 2018.