(Publicado originalmente en http://comiteorlandofalsborda.blogspot.com/2013/03/kaziyadu-o-una-segunda-republica.html)
Kaziyadu en el idioma huitoto
de los indígenas del Amazonas, significa “despertar” o “renacer”. Y ante la
crisis estructural por la que atraviesa nuestra nación, es el camino a seguir
un renacer desde lo raizal, con generación de conocimientos y dinámicas propias
en todas las esferas; para apuntalar y consolidar el proceso creciente de
reafirmación de lo local y la diversidad de nuestro pueblo y territorio.
La
república de Colombia, como argumenta Orlando Fals Borda, tiene su cimiento
estatal bajo el modelo del Estado-nación europeo, proyecto histórico
que ha buscado la homogenización cultural, étnica y religiosa en cada
escenario, y la centralización del poder dentro de este (1)[i]
(sic).
El
fracaso de las políticas nacionales que se vienen adoptando por los diversos
gobiernos (que son el mismo, con rostros diferentes) en todos los frentes,
desde los inicios de la república –es decir, desde hace poco más de 200 años-,
obedecen a varios factores entre los que se cuentan primordialmente dos:
1.
Nos
ha gobernado un minúsculo grupo de la élite económica y social que tiene sus
“raíces” en la tradición española, a la que se le han sumado algunos
inmigrantes de los países del cercano oriente. Estos han impuesto las
condiciones para preservar sus privilegios.
2.
Los
modelos socioeconómicos impuestos se basan en la tradición y formulación
eurocéntrica, sin que tengan en cuenta las realidades diversas de la Nación
colombiana.
Como
respuesta a las condiciones asimétricas generadas por esta manipulación sobre
el pueblo colombiano, y en la búsqueda de las soluciones que nos lleven a
encontrar calidad de vida, bienestar y desarrollo dentro de condiciones de
autonomía y soberanía; podemos adoptar en líneas gruesas dos acciones
fundamentales:
1. Fortalecer
y consolidar el desarrollo local desde los conceptos y realidades sociales,
culturales, étnicas, ecológicas, geográficas y económicas. En este proceso debe
surgir el reconocimiento de nuestra diversidad y de allí el orgullo de nuestra
particularidad, la dignidad de nuestra vida y nuestro papel en el mundo, la
ética con nuestro entorno natural y social. Como resultado eco-social, es
imperativo el surgimiento de mujeres y hombres líderes y conocedores de su
entorno; que sobre su papel de seres políticos y sociales comiencen a crear ese
recambio en los niveles gubernativos y en las esferas económicas. Estos nuevos
dirigentes deben ser quienes gobiernen sus territorios en representación y
defensa de su cosmogonía, garantizando formas realmente democráticas de
participación y bienestar.
2.
Los
colombianos, debemos garantizar inicialmente desde lo local y a partir de allí
hacia lo nacional; la generación de conocimiento autóctono, raizal, sobre la
base de la interrelación con nuestro entorno tropical. Debemos generar modelos
propios, que expliquen nuestra realidad y nuestra historia; para que desde allí
se planteen las soluciones necesarias a los problemas que como Nación tenemos.
Es cierto también que el acumulado de la humanidad no se debe desconocer, como
cierto es que las realidades en el planeta varían por razones de geografía,
cultura, etnografía e historia.
Las construcciones Fals Borda.
La propuesta en la
que trabajamos, tiene como elemento transversal la participación en todos los
niveles y espacios. Con esta herramienta democrática y social se fortalece el
poder local porque ayuda al reconocimiento del territorio, de la cultura
particular y sus hilos conectores con diferentes grupos poblacionales de la
localidad y la región, de las fronteras geo-culturales, de los anhelos y formas
de vida de los asentamientos humanos
y por ende de la calidad de vida, bienestar y desarrollo esperado por el
pueblo. A partir de la sumatoria regional de estos procesos, debemos construir
la segunda república colombiana, con
base en la realidad nacional y con las soluciones correspondientes a los
problemas que requerimos; sustentadas en nuestros propios desarrollos y en
nuestra soberanía autonómica. En pocas palabras, soluciones endógenas apoyadas en el conocimiento
universal cuando así se requiera.
El trabajo nuestro se soporta en estas premisas
participativas, conducentes en primera instancia a la conciencia sobre los
derechos que tenemos como seres humanos, luego como ciudadanos y también como
contribuyentes. Una triple condición de este pueblo que vive en la realidad de
un Estado Nación que queremos se dirija hacia una concepción Eco-social, de
fundamentos raizales y elementos vernáculos. El rescate del estado de bienestar es el primer paso.
Es necesario crear
sobre nuestra realidad y sobre nuestra gente (que no se representa en la élite
gobernante) un Estado fuerte, que surgirá de una sociedad civil (pueblo) fuerte
y con la consciencia de su ya amplio recorrido histórico común. Ello
nos remite a la idea que Estado fuerte es aquél cuya consolidación no excluye sino que fortalece la capacidad de
la sociedad de operar con un máximo de coherencia interna y un máximo
despliegue de potencialidades creativas (2) [ii](sic), coherencia que parte
desde el constructo de la periferia al centro o de las regiones a la totalidad
del país; y despliegue de potencialidades generadas por conocimiento y modelos
propios. En suma todo fundamentado por nuestra autonomía y soberanía reales.
Propuestas de las regiones al centro.
Algunas de las
propuestas sintetizadas desde nuestra visión, y que se sumergen en una
concepción ideológica y política más profunda –un sistema ideológico- van
referidas a todos los ámbitos humanos de interacción y construcción social. Son
universales y muy lógicas, porque parten precisamente de la observación y el
estudio de nuestras realidades y anhelos como Nación.
En primer lugar, proponemos construir y consolidar la identidad
de la nacionalidad colombiana desde las regiones y sus diferencias. Para ello
es clave una educación participativa y Sentipensante,
que procure la investigación en las comunidades para ofrecer alternativas de
solución a los muchos problemas existentes. La organización social como medio
de buscar estas soluciones es otro imperativo.
En segundo lugar, el pueblo colombiano
debe defender la soberanía alimentaria de la nación y su biodiversidad. El
campo es y ha sido fundamento de nuestra cultura y de nuestra historia. Aún
hoy, la gran mayoría de los colombianos tenemos vínculos directos o indirectos,
incluso sentimentales con el campo. Las élites gobernantes han entregado este
sector estratégico y de seguridad nacional a manos extranjeras. La
concentración de la tierra productiva en manos de multinacionales foráneas y
“organizaciones” locales de élite es una realidad, como lo es la apropiación
por la vía “legal” pero inmoral, cuando no violenta a través de las armas, de
las tierras y de nuestra riqueza biológica. Existen semillas alimentarias y
riqueza biológica patentadas por la multinacional gringa Monsanto –de propiedad de la organización Rockefeller-,
que otrora tirara toneladas de agente naranja sobre la población Vietnamita; e
incluso en Colombia sobre tierras agrícolas del Tolima con efectos monstruosos
sobre la población y su descendencia. Todo bajo la complacencia de las élites gobernantes,
historia ampliamente documentada, por ejemplo a través del periodista
colombiano Germán Castro Caicedo (3)[iii]. Entre tanto, en Estados Unidos de
Norteamérica, el campo es protegido como un sector estratégico de seguridad
nacional. ¡Como debe ser!
Finalmente, la industria nacional
también debe ser protegida como generadora de riqueza y trabajo para el pueblo.
Debe defendérsele de la competencia desleal fomentada desde el gobierno, que
otorga condiciones tributarias de insospechada generosidad, mientras a la
empresa nacional se le grava sin piedad. Cabe aclarar, que cuando hablamos de
industria nacional, nos referimos también a la pequeña, mediana y micro.
Sólo los sectores primario y
secundario de la economía -esto es el campo y su producción agrícola, pecuaria,
aviar, porcina y piscícola, así como la industria-, generan o pueden generar
valor agregado al proceso económico (y por lo tanto riqueza y expansión). Por
eso deben ser protegidos por el gobierno y el Estado. Además de ello, el campo
debe gozar de protección especial; pues es el factor productivo que no se
multiplica (salvo vía productividad y ello tiene límite). Tierra existe la que
hay. Por eso es objetivo de codicia y causa de nuestro conflicto violento y
social.
Los sectores económicos nacionales
reinvierten las utilidades dentro del país en su mayor proporción, mientras que
las multinacionales foráneas se llevan la riqueza producida por los
colombianos, para apalancar los generosos niveles de vida de vida y privilegios
de parte de su población; y a los nacionales nos quedan sólo el esfuerzo y los
costos invisibles de la actividad económica de un capitalismo salvaje y
destructor del medio ambiente, de la cultura y las raíces históricas de nuestra
Nación –producto del imperialismo cultural- y de la imposición de modelos
económicos ajenos a nuestra realidad y a nuestro interés.
Pero no se crea que
sólo nos preocupamos por los aspectos cuantitativos de la actividad económica.
Abogamos por una economía social, que tenga en cuenta al ser humano como
fundamento y destino de su existencia. Lo culitativo de la economía y su
impacto sobre los seres humanos en términos de calidad de vida, bienestar y
desarrollo basados en las cosmogonías particulares; deben ser el sustrato
fundamental de la ciencia económica sentipensante.
Los servicios y la
tecnología son apoyos a los sectores reales (campo – industria), son
instrumentos y no fines por si mismos.
Ahora, no pretendemos
fomentar la xenofobia. Lo que proponemos y buscamos es que nuestras relaciones
con el mundo, se den en términos de equidad y respeto. Que sean relaciones
gana-gana con las que avancemos firmes en un camino autonómico y soberano, con
el que generemos lo aquí varias veces repetido: calidad de vida, bienestar y
desarrollo.
Para que estas
relaciones con el mundo se den, primero deben darse al interior de nuestra
Nación Colombiana. Kaziyadu, un inicio raizal.