Por: Germán Franco Alarcón *
En principio, la idea de tocar
este tema de la vida cotidiana, surge,
no para
justificar los actos en general de una sociedad que considero está
enferma espiritualmente. La delincuencia ha permeado la sociedad, pero la
intención no es que nos convirtamos tampoco en una especie de conciencia
global ni justiciera, acerca de
visiones éticas o moralistas que nos lleven por el camino de la armonía y la
paz, entendidas estas, como la ausencia del error, de la falla, o del
conflicto.
Por el contrario, lo que
buscaremos es desenmascarar desde lo profundo, de nosotros mismos, esa intromisión
del inconsciente colectivo y de la “mala educación” que se nos inculca desde
que somos muy pequeños; y que en ese
trasegar diario nos marca de alguna manera y nos condiciona para actuar como lo hacemos. Es así como esa
cosmovisión nos lleva por caminos
insospechados, en ocasiones tortuosos, a veces muy complicados y en los cuales
hay mucho sufrimiento.
Tampoco se trata de evitar el
sufrimiento, ni de patrocinarlo como si fuera una necesidad manifiesta, para
lograr llegar al paraíso que nos ofrecen todo tipo de visiones espirituales,
profetas de todas los pelambres; que
tienen en sus manos la solución a todos nuestros problemas.
¡Desengañémonos! No existe tal
cosa, menos mal, “ríos de leche y miel, una vida sin sobresaltos, ríos de
mermelada sagrada, el país de cucaña un mar de aburrimiento” (1). No, de lo que
se trata es de colocarnos en el lugar
que corresponde por razón de nuestra naturaleza y asimilarlo como algo intrínseco y que viene con el paquete de ser humano, por
el simple hecho de no ser perfectos.
Muy a pesar de las posiciones de algunas corrientes
de pensamiento, y en general las religiones, que nos ubican como una obra perfecta de Dios; llámese Buda,
Alá, pastor, mártir, protomártir...etc. Sin
embargo en un aparente contrasentido, debemos hacer no se qué cosas, y
comportarnos de alguna manera para ganarnos un lugar en el paraíso, por que
como que no somos perfectos después de todo.
Y ahí es donde me pierdo. Porque por un lado me
dicen que soy la obra más perfecta de la naturaleza y por el otro me dicen que
solo dios es perfecto. En fin los
entendidos en la materia lo dilucidaran.
Por lo pronto considero que
cualquier creencia es bienvenida mientras nos permita ser libres para pensar y
encaminarnos por la senda de la solidaridad y el respeto por el otro; Así sea que usen el pelo verde o usen sotana.
Tampoco miraremos si el
problema que se plantea, está o no está en la genética; por ahora no nos
ocuparemos de este aspecto científico, del cual debe haber mucho material para
estudiar antes de emitir algún juicio al respecto.
Daremos una mirada desde el
famoso sentido común y cómo influye este en nuestra vida cotidiana y que es, ese algo, en el que deberíamos
pensar, con el fin de acercarnos y buscar la claridad necesaria para
entender cuál es la razón, de por qué, siempre estamos pretendiendo sacar ventaja de
cualquier situación que se nos presenta, muy a pesar de que afectamos
negativamente a otro con nuestro accionar, actividad signada por el egoísmo y
no por la solidaridad, el equilibrio y
lo que algunos comerciantes a pesar de ser comerciantes lo llaman el gana – gana.
La frase con la que continuamos
lo que dejamos planteado en la anterior entrega parte de esa reflexión que nos ubica en un mundo, que le pertenece a
otros, que nos subyuga y nos atosiga con su transfondo venenoso: “el vivo vive
del bobo y el bobo de papá y mamá”.
Empecemos por llamar a las
cosas por su verdadero nombre, la palabra “vivo” dentro del contexto de la
frase acuñada por generaciones en nuestro país, se define como una persona hábil
para los negocios.
Sin embargo por más ejemplos
que nos pongan de la “viveza”, siempre terminamos con una persona que se
apropia del dinero, o de una cosa, mediante una maniobra engañosa, a costillas de otro. En términos concretos lo
engaño, le robo, lo tumbo. Por lo tanto el verdadero nombre de la palabra vivo,
es ladrón.
Pero por supuesto esto no es
gratuito, el ejemplo enseña, nos enseñan a mentir: dígame la verdad y no lo
castigo.... usted dice la verdad y de todas formas lo castigan.
Donde esta lo pésimo de esta
actitud de una gran mayoría de padres y madres que con el fin de conocer la
verdad engañan a sus hijos. Con el fin de conocer la verdad y de enseñarles supuestamente el valor de no
mentir, termina siendo totalmente contraproducente, pues no hay algo peor que
un buen consejo seguido de un mal ejemplo.
Es decir uno saca ventaja y el
otro pierde. Lo que queremos decir es que si una persona, comete un error involuntario,
no debe ser recriminada ni debe salir afectada por que otro este más atento.
En ocasiones es simplemente que hay unos menos
capaces que otros. Por lo tanto no se debe sacar ventaja de una posición de
privilegio y es allí donde la solidaridad entra en juego y nos entrega un acto
de desprendimiento por un lado de la persona o personas que se encuentran con
el error y no se aprovechan de esa circunstancia para sacar ganancia, si no por
el contrario hacen ver a la persona que lo cometió que eso no está bien y que
se debe remediar hasta donde sea posible.
Esto no termina aquí, en próximas
entregas se complementara mas adelante.
* Abogado. Miembro de la mesa coordinadora, del Comité Cívico por la Defensa de los Derechos Ciudadanos de Dosquebradas.