Todos los animales son iguales.
pero algunos animales son más iguales que otros.
George Orwell (Rebelión en la Granja).
Escuchose la música de una flauta casi perdida entre
el
redoble persistente, regular e implacable de los
tambores.
Gustáronle estos a Lenina. Cerrando los ojos, se
entregó a
su grave y reiterado redoblar, y dejó que se invadiera
cada vez más
por completo su ser, hasta que ya no quedó en el mundo
para ella
sino aquella profunda pulsación sonora.
Aldous Huxley (Un mundo feliz).
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Feria del libro de Pereira 2022. Foto: Carlos Mario Marín Ossa |
por Carlos Mario Marín Ossa.
La especie
humana se encuentra –como tantas otras veces- ante un nuevo cataclismo que
conmueve sus cimientos evolutivos y la confronta con los límites de su existencia.
En medio del desarrollo de la 4ª. revolución industrial, aparece la tecnología
conocida como Inteligencia Artificial, la cual promete simplificar la vida de
las personas y responder, virtualmente, a cualquier pregunta que se le plantee,
o a cualquier desafío que se le proponga en el espectro del conocimiento
humano.
El mundo que
habitamos las generaciones vivas del siglo XXI, está organizado de acuerdo al
modo de producción vigente, que no es otro que el capitalismo en su fase tardía
neoliberal, en donde las relaciones de producción entre las clases sociales son
claramente de explotación de los dueños del capital sobre quienes no lo poseen;
o si se quiere, de dominio y hegemonía por parte de las personas que poseen el
capital, el conocimiento y el poder militar sobre las personas que carecen de
las anteriores posibilidades. El desarrollo tecnológico de la imprenta y su
consecuente impacto en el desarrollo del telar y la máquina de vapor, que
dieron como resultado la revolución industrial capitalista, determinaron no
sólo la cultura, el derecho, la educación, la política y la religión; sino que
trazaron los caminos para el avance de la ciencia y de la técnica, con lo cual
aparecen los desarrollos en torno a la electricidad y la electrónica que marcan
los tiempos de la segunda mitad del siglo XX y la primeras dos décadas del
siglo XXI.
La sociedad individual del conocimiento aplicado y el regreso a la
tribalidad con la aldea global.
Con cada
descubrimiento y adopción de una tecnología nueva, el ser humano genera un
desplazamiento cultural (McLuhan). En las sociedades anteriores a la invención
del alfabeto fonético y de la imprenta, el carácter audio – táctil de la
comunicación y de la escritura hicieron de las personas seres tribales, y en
consecuencia, dichas sociedades también lo eran. Aquí el carácter audio –
táctil de la escritura y de la comunicación conlleva a la utilización de todos
los sentidos humanos en el proceso, especialmente a la preponderancia del oído
sobre la vista. De esta forma, el aprendizaje y por tanto, la creación humana,
depende del contacto de los cinco sentidos con el entorno, con el medio
ambiente; y dichos procesos de aprendizaje y creación se dan en términos
complejos e inmediatos, los que se depositan en la cultura del manuscrito, que
internaliza nuevamente el proceso de forma holística. Por el contrario, con el
advenimiento del alfabeto fonético y la creación de patrones y procesos
repetitivos y lógicos en línea, que son la base del funcionamiento de la
imprenta y el ulterior soporte y desarrollo de la industrialización como de las
superestructuras culturales, legales y religiosas; se da el divorcio de los
sentidos, en concreto de la vista sobre el oído. Así pues, el conocimiento y la
creación se comienzan a dar también de forma desagregada, en lo que se conoce
como conocimiento y/o ciencia aplicada. Se termina el proceso tribal de la
sociedad y se erige la dirección del mundo íntimo del individuo, como producto
de un punto de vista establecido, que es el resultado de los hábitos de
observación particularizada [i].
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Carnaval en Santuario - Risaralda. Foto: Carlos Marín O.
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Los desarrollos
tecnológicos desde los años sesenta a la fecha, que tienen que ver con la
electrónica, el internet, los procesos de hardware y software; y la
implantación de los modelos de supercomputadores, poderosos motores de búsqueda
y espacios geográficos para el hábitat
físico de todas estas estructuras del mundo real que albergan el mundo virtual,
nos han traído hasta la promesa (o amenaza) de la llamada Inteligencia
Artificial (IA). No se trata ni mucho menos de un desarrollo tecnológico que le
debemos a los modernos tiempos del siglo XXI, sino que sus desarrollos datan
desde el año 1962 aproximadamente (tiempo en el que curiosamente McLuhan
predecía la desaparición del alfabeto fonético y el advenimiento de la aldea
global con su nuevo tribalismo, el retorno de la preponderancia audio – táctil),
y que en medio de la guerra geopolítica entre Estados Unidos de Norteamérica y
la China, es decir entre Oriente y Occidente, se han acelerado los mencionados adelantos
de esta tecnología. El trasfondo para impulsar con tal fuerza y celeridad este
desarrollo, es la disputa de la hegemonía mundial como potencias económicas
entre estos colosos. La tecnología es también ese campo de batalla, que basados
en la preponderancia lingüística del imperio gringo, pareciera llevar la
delantera en la imposición de sus intereses y matrices ideológicas a través de
la IA. La empresa OpenAI, propietaria del reconocido ChatGPT, se alimenta de la
inmensa del inmenso cuerpo de contenidos textuales en inglés que componen la
web [ii], liderando además desde
Silicon Valley los modelos lingüísticos de gran escala (LLM). Pero si lo vemos
desde el punto de vista del retorno a la tribalidad de la aldea global y sus
códigos visuales, la cultura china es tradicionalmente oral, tribal y audio –
táctil. Su escritura es ideográfica y en ese sentido difiere del patrón lógico
que supone el alfabeto fonético occidental. Puede encontrar aquí el nicho para
la disputa geopolítica por el dominio mundial de la IA, que no es otra cosa que
el dominio económico. La IA es entonces una herramienta tecnológica de carácter
militar.
La hegemonía lingüística como arma de control y preponderancia
geopolítica
Las aplicaciones
de IA prometen dar respuesta a los pedidos de los cibernautas, cruzando
billones de datos en segundos, los que son tomados de todas las plataformas que
han sido alimentadas por personas, con la información relacionada a todo el
conocimiento generado por la humanidad, y que ha podido ser digitalizado para
tal fin. Esto supone que las personas que alimentan las equipos y plataformas huéspedes de dicho conocimiento, deben
hacerlo utilizando los códigos y estructuras lingüísticas que existen, y por lo
general realizando las traducciones correspondientes al lenguaje prototípico
que es el inglés.
Es el lenguaje humano el que exhibe del modo más claro la diferencia
esencial entre el hombre y el animal, en particular la facultad que tiene el
hombre de formar nuevas expresiones que manifiesten nuevos pensamientos y que
sean apropiados para nuevas situaciones [iii]. De
forma análoga, se plantea la diferencia entre la capacidad para crear y
utilizar lenguaje por parte de las personas y de las máquinas, como forma de
crear a su vez y recrear el conocimiento, el pensamiento y las nuevas
realidades a las que se aplican. Aunque las aplicaciones más conocidas de IA
logran generar textos, conversaciones con cierto nivel de lógica, compendios
temáticos, creaciones “literarias”, imágenes muy aproximadas frente a lo que se
pide a partir del texto introducido como instrucciones, procesos de
automatización de procesos industriales, entre muchos más; lo cierto es que por
más que los desarrollos de software a partir de inteligencia algorítmica logren
imitar al cerebro humano, los procesos de sinapsis y en cierto tiempo, los
cinco sentidos de las personas; el diseño natural de nuestro cuerpo y la
interrelación con el medio circundante da como producto la interpretación de
los fenómenos de la realidad que se percibe, el aprendizaje que de ello se
deriva y la creación de conocimiento a partir del proceso. Los computadores no
tienen piel, que es el sentido más extenso del cuerpo humano y por tanto el
mayormente conectado a la sinapsis cerebral (o generador de mayor cantidad de
sinapsis).
Los cada vez más
rápidos desarrollos de la IA - al igual que en los días de los avances del
software y el hardware de los años sesenta y setenta- promueven presiones muy fuertes para imponer una nueva tecnología
educativa (y productiva) y elaborar programas y métodos de enseñanza bajo la
luz de los últimos avances científicos [iv].
La alerta que se genera, es que los
nuevos conocimientos y las nuevas técnicas definirán la naturaleza de lo que se
enseña y del cómo se enseña. Lo que conocemos sobre la inteligencia humana
sugiere que disminuyendo el registro y la complejidad de los materiales
presentados al entendimiento, a base de establecer la conducta en patrones
fijos (dar instrucciones a la IA), son métodos que pueden dañar y
tergiversar el desarrollo normal de las capacidades creadoras [v].
La IA promueve la búsqueda del placer y la gratificación inmediata.
La pregunta es el gen creador, y es propio del ser humano.
La gran génesis
de la actividad creadora es la pregunta, en contraposición a la respuesta
(fundamento de la promesa de la IA), y la pregunta no hace parte de la
inteligencia algorítmica, que como característica funcional de la respuesta, se
limita a seguir una serie de instrucciones que configuran las formas y estilos
institucionalizados que no son nada más que la manifestación del status quo. Estas
formas institucionalizadas hacen parte de la presión social manifiesta en la
cultura, en la lingüística institucional (inglés), en las razones de la
estadística y de las políticas públicas o políticas de las mayorías, que a la
postre crean la agenda pública de la IA. Pero la verdadera creación humana se
da en los márgenes de la institucionalidad, y es la labor de los iconoclastas,
de los outsiders sociales que no se cogen a los códigos establecidos y
patronalizados. La IA no tiene ni puede tener la facultad de la pregunta,
porque su “inteligencia” es funcional, no creadora.
La profesora
María Carmenza Hoyos Londoño, docente de la Universidad de Antioquia, refiere
una experiencia de clase de literatura, en donde los estudiantes debían
utilizar el ChatGPT para que entregara unas anotaciones de análisis sobre el
poema Pequeña elegía, de Raúl Gómez Jattin. La aplicación de IA devolvió como
resultado unas notas que referían a la expresión de profundos sentimientos de
tristeza (característica por antonomasia de una elegía). Al ajustar las
instrucciones en un segundo intento, delimitando mejor lo que se quería
respecto al poema, el resultado entregado refiere a otro autor e incluso en un
tercer intento, entrega información que no es real respecto del autor [vi]. Y ello se da, porque la
IA requiere de instrucciones muy precisas y perfectamente escritas, de forma
que el componente lingüístico sea tan ajustado que la IA no requiera de
“interpretar”. La condición de interpretación y ajuste al contexto y a la
situación concreta, es facultad propia y exclusiva del ser humano.
En otro ejemplo,
el fotógrafo alemán Boris Eldagsen, ganó en abril de 2023 un concurso convocado
por la multinacional SONY, cuya temática estaba enmarcada en cualquier obra
generada por IA. Su fotografía fue la ganadora. En la misma aparecen una mujer
joven de estilo clásico, y detrás de ella una mujer mayor que la toma por los
hombros, mientras ambas tienen un gesto de consternación. Boris terminó confesando que las mujeres de la
fotografía no existen, no han existido y nunca existirán [vii]. Las instrucciones a la
IA fueron tan precisas, que se logró un resultado impresionante y de gran
“realismo”. En este caso, como en la organización, robotización y
automatización de la producción, pudiese verse como un resultado favorable en
términos de creación artística o racionalización económica. Otra mirada puede
ser enmarcada en el peligro de crear realidades no existentes o de condenar al
ostracismo el trabajo humano productivo.
El pensamiento
crítico como capacidad humana y como acervo de la especie, ha empujado los
cambios y transformaciones en la historia. Los mismos se dan en contra de la
cultura y no dentro de ella, pues esta es stablishment,
status quo que hace acríticos y
dóciles a los seres humanos. La crítica surge a través de la pregunta, igual
que la duda; preguntar es un distanciamiento de los poderes ya sean estos
abiertos o de facto, o sutiles y simbólicos. Por lo mismo, la capacidad
creadora la da la pregunta, la creación es introspección humana.
El ejercicio
producido por la IA puede conllevar a la simplicidad de hacer del lenguaje y
del conocimiento como algo “transportable” (en teléfonos, tablets y
computadoras) que priva a la persona de la retroalimentación del medio
ambiente. Es resultante también la tensión entre el mundo individual y aplicado
de la cultura del alfabeto fonético y la aldea global del retomado mundo
tribalizado a partir de los desarrollos cibernéticos y de la web, que dividió
en su momento los sentidos para acometer por separado el conocimiento aplicado,
y la nueva integralidad mágica proporcionada por la IA. Otras tensiones
resultantes son las relacionadas con el tiempo, ya que el hombre tipográfico
tiene un sentido del mismo desde lo cinemático, secuencial y pictórico. La
aldea global proporciona otra característica al tiempo de forma inmediata e
integral. En lugar de evolucionar hacia
una enorme biblioteca de Alejandría, el mundo se ha convertido en un ordenador,
un cerebro electrónico, exactamente como en un relato de ficción para niños. Y
a medida que nuestros sentidos han salido de nosotros, el GRAN HERMANO ha
entrado en nuestro interior. Y así, a menos que tomemos conciencia de esta
dinámica, entraremos enseguida en una fase de terror pánico, que corresponde
exactamente a un mundo de tambores tribales en una fase de total
interdependencia y coexistencia impuesta desde arriba [viii].
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Iglesia Santuario - Risaralda. Foto: Carlos Mario Marín Ossa |
Después de todo,
la IA es un recurso de carácter militar aplicado a la economía como estructura
y a la cultura, la educación, el derecho, la política y la religión como
superestructuras. Como en cualquier guerra, los desarrollos entregarán
productos benéficos y otros nocivos. Veremos en qué grado.
[i] Herbert Marshall McLuhan, La Galaxia
Gütemberg. Editorial Planeta Agostini, Barcelona – España,
1985.
[ii] Evgeny Morozov, Guerra fría 2.0. Periódico LE MONDE diplomatique
edición Colombia, mayo de 2023.
[iii] Noam Chomsky, Lingüística Cartesiana. Editorial GREDOS S.A. Madrid –
España, 1972.
[iv] Noam Chomsky, El lenguaje y el entendimiento. Editorial Seix Barral
S.A. Segunda edición aumentada, Barcelona, 1977.
[v] Ib Idem. Subrayado del autor de este artículo.
[vi] María Carmenza Hoyos Londoño, Inteligencia Artificial para la escritura
de textos “Utilizarla o no utilizarla, esa es la cuestión”. Periódico MAESTRO
Legal, mayo – junio de 2023.
[vii] Philip Potdevin, Dudas e interrogantes en torno a un dispositivo del
capitalismo tardío. Periódico LE MONDE diplomatique edición Colombia, mayo de
2023.
[viii] Herbert Marshall McLuhan, La Galaxia
Gütemberg. Editorial Planeta Agostini, Barcelona – España,
1985.