martes, 14 de abril de 2015

Canción a una Mujer que conocí

Por: MarioossaM


Esa mujer menuda y reservada se acercó a saludarme. Casi imperceptible en medio de la inmensidad del mundo, me enseñó sus ojos vivos y un poco tímidos. Pero tenían vida. Los ojos son el espejo del alma, decían los abuelos. Y es cierto. Esos ojos no tenían pretensiones, pero no se podían ignorar. Hurgando sin aspavientos entre todo el movimiento, no intentaban ser como los ojos de muchas otras que se han cruzado en mi camino, que miran sin conciencia. Pero veían. Eran ojos de mujer del pueblo, de mujer que ha vivido, ojos que han visto, que han amado, que han llorado, ojos que tienen esperanza, tal vez un poco de desconsuelo. No me parecieron ojos que han odiado – a pesar de tantas incertidumbres y traiciones, a pesar de las dificultades -.

Esos ojos han visto hijos nacer y crecer, han visto compañeros llegar e irse. Son ojos que han trabajado. Ojos de mujer humilde pero con ideas propias. Tal vez ideas sencillas, pero profundas. Son ojos de mujer que elige su destino, ojos surcados por pequeñas arrugas bajo una frente que han coronado otros surcos de la vida. Ha vivido.

Bajo la inmensidad de una noche ignota le conté que me gustaba mirar los ojos de la gente. A mí los ojos me cuentan cosas, como me cuentan de pasados las canciones de la radio. Ella me contó de vidas humildes y sencillas, de pequeñas y grandes luchas, de esperanzas.

Me sorprendía el respeto con que se dirigía a todos. Pero sin servilismo. Con asertividad. Yo le agradezco su respeto. Para respetar hay que tener conciencia del otro y que el respeto existe. Para tener lealtad, hay que saber que eso existe. Para vivir hay que saber que la vida existe. Pero no como una sucesión aburrida de segundos, minutos, horas, días, meses y años. Para vivir, es necesario decidirse a vivir.

Yo la vi como una saeta jugando fútbol. Hace mucho no me divertía viendo jugar fútbol. Hace tiempo no me admiraba viendo jugar fútbol. Y lo hacía bien. Pero sobre todo, lo hacía con alegría, con compromiso. Pero no con el compromiso de agradar a otros, no por ganar. Lo hacía con el compromiso de vivir. Es que al final la vida es corta y es importante vivir ya.

No es una mujer especialmente hermosa, con esa hermosura de los catálogos de moda, de los avisos de los gimnasios. Pero era hermosa. Tenía la hermosura de una mujer. De una mujer que es consciente de si misma. Sin aspavientos, sin aspiraciones artificiales. No es joven ni es vieja. Pero es vital. Es joven desde el interior de la vida, desde los océanos insondables del alma de mujer.

No hablamos mucho. Pero fue suficiente.

Su nombre no es necesario. No importa. Pero importa.

Me gusta pensar que por alguna casualidad, a través de los meandros de la vida y del tiempo, llegará a leer este homenaje. Que sabrá que para mí existe. Que su existencia humilde y respetuosa es especial. No todas las mujeres merecen ser recordadas. Pero algunas si.


No hablamos mucho. Pero fue suficiente.

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